17-23 El poder divino del milagro demostró que Jesús era el Hijo de Dios, y declaró que trabajaba con su Padre y como él veía el bien. Estos antiguos enemigos de Cristo lo comprendieron, y se volvieron más violentos, acusándolo no sólo de violar el sábado, sino de blasfemia, al llamar a Dios su propio Padre, y hacerse igual a Dios. Pero todas las cosas ahora, y en el juicio final, están encomendadas al Hijo, a propósito para que todos los hombres honren al Hijo, como honran al Padre; y todo el que no honra así al Hijo, piense o pretenda, no honra al Padre que lo envió.

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