1-11 Cuando Cristo terminó de predicar, le dijo a Pedro que se dedicara a los negocios de su vocación. El tiempo que pasamos en los días de la semana en los ejercicios públicos de la religión, no tiene por qué ser un obstáculo en el tiempo, y puede ser un gran avance para nosotros en el temperamento, en cuanto a nuestros negocios mundanos. Con qué alegría podemos cumplir con los deberes de nuestra vocación, cuando hemos estado con Dios, y así tenemos nuestros empleos mundanos santificados por la palabra y la oración. Aunque no habían tomado nada, Cristo les dijo que volvieran a echar las redes. No debemos abandonar abruptamente nuestros llamados porque no tengamos el éxito que deseamos en ellos. Es probable que nos apresuremos bien, cuando seguimos la guía de la palabra de Cristo. La pesca fue un milagro. Todos debemos, como Pedro, reconocer que somos hombres pecadores, por lo que Jesucristo podría justamente apartarse de nosotros. Pero debemos suplicarle que no se aleje; pues ¡ay de nosotros si el Salvador se aleja de los pecadores! Más bien supliquémosle que venga y habite en nuestros corazones por la fe, para que los transforme y los limpie. Estos pescadores lo dejaron todo y siguieron a Jesús, cuando su vocación prosperó. Cuando las riquezas aumentan, y nos sentimos tentados a poner nuestro corazón en ellas, entonces dejarlas por Cristo es digno de agradecimiento.

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