1-12 Dondequiera que estuviera Jesús, la gente acudía en masa tras él, y él les enseñaba. La predicación era la práctica constante de Cristo. Aquí muestra que la razón por la que la ley de Moisés permitía el divorcio, era tal que no debían usar el permiso; era sólo por la dureza de sus corazones. Dios mismo unió al hombre y a la esposa; los ha hecho idóneos para que se consuelen y se ayuden mutuamente. El vínculo que Dios ha atado, no debe desatarse a la ligera. Que los que están a favor de repudiar a sus esposas consideren lo que sería de ellos mismos, si Dios los tratara de la misma manera.

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