1-13 Uno de los grandes designios de la venida de Cristo fue dejar de lado la ley ceremonial; y para dar paso a esto, rechaza las ceremonias que los hombres añadieron a la ley hecha por Dios. Esas manos limpias y ese corazón puro que Cristo otorga a sus discípulos, y que exige de ellos, son muy diferentes de las formas externas y supersticiosas de los fariseos de todos los tiempos. Jesús los reprende por rechazar el mandamiento de Dios. Está claro que es deber de los hijos, si sus padres son pobres, aliviarlos en la medida de sus posibilidades; y si merecen morir los hijos que maldicen a sus padres, mucho más los que los matan de hambre. Pero si un hombre se ajustaba a las tradiciones de los fariseos, éstos encontraban un recurso para librarlo de la exigencia de este deber.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad