26,27 Aunque las debilidades de los cristianos son muchas y grandes, de modo que se verían dominados si se les dejara solos, el Espíritu Santo los sostiene. El Espíritu, como Espíritu iluminador, nos enseña por qué debemos orar; como Espíritu santificador, obra y suscita las gracias orantes; como Espíritu consolador, acalla nuestros temores y nos ayuda a superar todos los desalientos. El Espíritu Santo es la fuente de todos los deseos hacia Dios, que a menudo son más de lo que las palabras pueden expresar. El Espíritu que escudriña los corazones, puede percibir la mente y la voluntad del espíritu, la mente renovada, y aboga por su causa. El Espíritu intercede ante Dios, y el enemigo no prevalece.

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