12-18 El salmista habla con asombro, de la maldad de los impíos, y de la paciencia y la tolerancia de Dios. Dios prepara el corazón para la oración, encendiendo los santos deseos y fortaleciendo nuestra fe más santa, arreglando los pensamientos y elevando los afectos, y luego acepta la oración con gracia. La preparación del corazón es del Señor, y debemos buscarlo por él. Que el creyente pobre, afligido, perseguido o tentado recuerde que Satanás es el príncipe de este mundo y que él es el padre de todos los impíos. Los hijos de Dios no pueden esperar bondad, verdad o justicia de personas como crucificado al Señor de la gloria. Pero este que una vez sufrió a Jesús, ahora reina como Rey sobre toda la tierra, y de su dominio no habrá fin. Comprometámonos con él, confiando humildemente en su misericordia. Él rescatará al creyente de toda tentación, y romperá el brazo de cada opresor malvado, y golpeará a Satanás bajo nuestros pies en breve. Pero solo en el cielo se cerrará todo pecado y tentación, aunque en esta vida el creyente tiene un anticipo de liberación

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