31-35 La gloria del hombre se desvanece; La gloria de Dios es eterna: las criaturas cambian, pero con el Creador no hay variación. Y si la mediación en las glorias de la creación es tan dulce para el alma, ¡qué mayor gloria le aparece a la mente iluminada cuando contempla la gran obra de la redención! Solo allí puede un pecador percibir una base de confianza y alegría en Dios. Mientras él con placer lo sostiene todo, lo gobierna todo y se regocija en todas sus obras, deje que nuestras almas, tocadas por su gracia, mediten y lo alaben.

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