57-64 Los verdaderos creyentes toman al Señor por la porción de su herencia, y nada menos los satisfará. El salmista oró con todo su corazón, sabiendo cómo valorar la bendición por la que oró: deseaba la misericordia prometida y dependía de la promesa. Se apartó de los caminos y volvió a los testimonios de Dios. No se demoró. Le corresponde a los pecadores apresurarse a escapar; y el creyente se apresurará igualmente a glorificar a Dios. Ningún cuidado o pena debe quitar la palabra de Dios de nuestras mentes, o dificultar el consuelo que otorga. No hay ninguna situación en la tierra en la que un creyente no tenga motivos para estar agradecido. Sentirnos avergonzados de que otros estén más dispuestos a no dormir para pasar el tiempo en placeres pecaminosos que a alabar a Dios. Y debemos ser más sinceros en la oración, para que nuestros corazones se llenen de su misericordia, gracia y paz.

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