6-12 Cuando las cosas nos van bien, estamos muy dispuestos a pensar que siempre serán así. Cuando vemos nuestro error, nos toca pensar con vergüenza en nuestra seguridad carnal como nuestra locura. Si Dios oculta su rostro, un buen hombre está preocupado, aunque ninguna otra calamidad le sobreviene. Pero si Dios, en sabiduría y justicia, se aparta de nosotros, será la mayor locura si nos apartamos de él. No; aprendamos a rezar en la oscuridad. El espíritu santificado, que vuelve a Dios, lo alabará, lo seguirá alabando; pero los servicios de la casa de Dios no pueden ser realizados por el polvo; no puede alabarlo; no hay ninguno de ese dispositivo o trabajando en la tumba, porque es la tierra del silencio. Pedimos derecho a la vida, cuando lo hacemos para que podamos vivir para alabarlo. A su debido tiempo, Dios liberó al salmista de sus problemas. Nuestra lengua es nuestra gloria, y nunca más que cuando trabajamos para alabar a Dios. Perseveraría hasta el final en alabanza, esperando que pronto estaría donde esta sería la obra eterna. Pero que todos tengan cuidado con la seguridad carnal. Ni la prosperidad externa, ni la paz interior, aquí, son seguras y duraderas. El Señor, a su favor, ha fijado la empresa de seguridad del creyente como las montañas arraigadas, pero debe esperar encontrarse con tentaciones y aflicciones. Cuando nos descuidamos, caemos en pecado, el Señor esconde su rostro, nuestras comodidades caen y los problemas nos asaltan.

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