11-22 Dejemos que los jóvenes emprendan la vida aprendiendo el temor del Señor, si desean el verdadero consuelo aquí y la felicidad eterna en el más allá. Esos serán los más felices si comienzan a servir tan pronto a un Maestro tan bueno. Todos apuntan a ser felices. Seguramente esto debe mirar más allá del mundo actual; porque la vida del hombre en la tierra consiste en pocos días y en aquellos llenos de problemas. ¿Qué hombre es el que vería el bien de eso donde toda dicha es perfecta? ¡Pobre de mí! pocos tienen esto bien en sus pensamientos. Esa religión promete lo mejor que crea vigilancia sobre el corazón y sobre la lengua. No es suficiente no hacer daño, debemos estudiar para ser útiles y vivir para algún propósito; debemos buscar la paz y perseguirla; estar dispuestos a negarnos mucho por el bien de la paz. Es la práctica constante de los verdaderos creyentes, cuando están angustiados, clamar a Dios, y es su consuelo constante que los escuche. Los justos son humillados por el pecado, y son bajos en sus propios ojos. Nada es más necesario para la verdadera piedad que un corazón contrito, separado de toda confianza en sí mismo. En este suelo florecerá toda gracia, y nada puede alentar a alguien más que la gracia libre y rica del evangelio de Jesucristo. Los justos son tomados bajo la protección especial del Señor, sin embargo, tienen su parte de cruces en este mundo, y hay quienes los odian. Tanto por la misericordia del cielo como por la malicia del infierno, las aflicciones de los justos deben ser muchas. Pero cualesquiera problemas que les sobrevivan, no dañarán sus almas, porque Dios les impide pecar en problemas. Ningún hombre está desolado, sino aquel a quien Dios ha abandonado.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad