1-5 Raramente nos encontramos con una introducción más solemne: no hay verdad de mayor importancia. Que todos escuchen esto con aplicación para nosotros mismos. Los pobres están en peligro por un deseo indebido hacia la riqueza del mundo, como los ricos por el deleite indebido en él. El salmista comienza aplicándolo a sí mismo, y ese es el método correcto para tratar las cosas divinas. Antes de dejar de lado la insensatez de la seguridad carnal, establece, desde su propia experiencia, el beneficio y la comodidad de una seguridad santa y amable, de la que disfrutan quienes confían en Dios y no en su riqueza mundana. En el día del juicio, la iniquidad de nuestros talones, o de nuestros pasos, nuestros pecados pasados, nos rodeará. En aquellos días, las personas mundanas y malvadas tendrán miedo; pero ¿por qué debería un hombre temer a la muerte que tiene a Dios con él?

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