30-36 El salmista concluye el salmo con santa alegría y alabanza, que comenzó con quejas de su dolor. Es un gran consuelo para nosotros, que las alabanzas humildes y agradecidas son más agradables para Dios que los sacrificios más costosos y pomposos. El humilde lo mirará y se alegrará; los que lo buscan por Cristo vivirán y serán consolados. Dios hará grandes cosas por la iglesia del evangelio, en la que todos los que lo deseen se regocijen. Una simiente lo servirá en la tierra, y sus siervos heredarán su reino celestial. Los que aman su nombre habitarán delante de él para siempre. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Levántate, gran restaurador de los lugares antiguos para habitar, y aleja la impiedad de tu pueblo.

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