10-16 Se describen los falsos maestros. Los ministros fieles deben oponerse a los mismos a su debido tiempo, para que su insensatez se ponga de manifiesto y no vayan más allá. Tenían un fin vil en lo que hacían; servían a un interés mundano bajo el pretexto de la religión, pues el amor al dinero es la raíz de todo mal. Los tales deben ser resistidos y avergonzados por la sana doctrina de las Escrituras. Las acciones vergonzosas, el reproche de los paganos, deben estar lejos de los cristianos; la falsedad y la mentira, la astucia envidiosa y la crueldad, las prácticas brutales y sensuales, y la ociosidad y la pereza, son pecados condenados incluso por la luz de la naturaleza. Pero la mansedumbre cristiana está tan lejos de pasar cobardemente por encima del pecado y del error, como de la ira y la impaciencia. Y aunque haya diferencias nacionales de carácter, el corazón del hombre en cada época y lugar es engañoso y desesperadamente perverso. Pero las reprimendas más agudas deben apuntar al bien de los reprendidos; y la solidez en la fe es lo más deseable y necesario. Para los que están contaminados y son incrédulos, nada es puro; abusan y convierten las cosas lícitas y buenas en pecado. Muchos profesan conocer a Dios, pero en su vida lo niegan y rechazan. Vean el estado miserable de los hipócritas, que tienen una forma de piedad, pero no tienen el poder; sin embargo, no estemos tan listos para fijar esta acusación en otros, como cuidadosos de que no se aplique a nosotros mismos.

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