Fue arrebatado al paraíso, el asiento de los espíritus felices en su estado separado, entre la muerte y la resurrección. Cosas que el hombre no puede pronunciar. El lenguaje humano es incapaz de expresarlas. Aquí anticipó el feliz descanso de los justos que mueren en el Señor. Pero este rapto no precedió, sino que siguió después de que él fuera arrebatado hasta el tercer cielo: una fuerte insinuación de que primero debía cumplir su misión y luego entrar en la gloria. Y más allá de toda duda, tal anticipo sirvió para fortalecerlo en todas sus pruebas posteriores, cuando pudo recordar la alegría misma que estaba preparada para él.

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