E Israel temió a Jehová, y creyó a Jehová ya su siervo Moisés. Ahora se avergonzaban de sus desconfianzas y murmuraciones; y en la mente en la que estaban, nunca más volverían a desesperar de recibir ayuda del cielo; ¡No, no en el mayor estrecho! Nunca más volverían a pelear con Moisés; ni hablar de volver a Egipto. ¡Qué bien nos iría, si estuviéramos, siempre en un marco tan bueno como a veces lo estamos!

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