Dijeron, haznos dioses. Es natural para nosotros esforzarnos así por transferir nuestra culpa. Asimismo, atenúa su propia participación en el pecado, como si solo les hubiera pedido que rompieran su oro, con la intención de hacer un ensayo apresurado por el momento, e insinúa infantilmente que cuando arrojó el oro al fuego, salió o por accidente, o por el arte mágico de algunos de la multitud mixta (como sueñan los escritores judíos) en esta forma. Esto era todo lo que Aarón tenía que decir por sí mismo, y más le valía no haber dicho nada, porque su defensa no hizo más que agravar su ofensa; y sin embargo, como abundó el pecado, abundó mucho más la gracia.

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