Con la misma resolución y serenidad mental, se dedica a completar este sacrificio. Después de muchos pasos fatigosos y con el corazón apesadumbrado, llega por fin al lugar fatal; construye el altar, un altar de tierra, podemos suponer, el más triste que jamás se haya construido; coloca la leña para la pila funeraria de Isaac; y ahora le cuenta la asombrosa noticia. Isaac, por lo que parece, está tan dispuesto como Abraham; no encontramos que haya hecho ninguna objeción en su contra.

Dios manda que se haga, e Isaac ha aprendido a someterse. Sin embargo, es necesario que se realice un sacrificio; el gran Sacrificio, que, en el cumplimiento del tiempo, iba a ser ofrecido, debe ser atado, y por lo tanto también Isaac. Después de atarlo, lo pone sobre el altar y su mano sobre la cabeza del sacrificio. Asómbrate, cielos, de esto, y asómbrate, oh tierra. he aquí un acto de fe y obediencia que merece ser un espectáculo para Dios, ángeles y hombres; ¡El querido de Abraham, la esperanza de la iglesia, el heredero de la promesa, yace listo para sangrar y morir por las manos de su propio padre! Ahora bien, esta obediencia de Abraham al ofrecer a Isaac es una viva representación del amor de Dios por nosotros, al entregar a su Hijo unigénito para que sufra y muera por nosotros, como sacrificio.

Abraham se vio obligado, tanto en el deber como en la gratitud, a separarse de Isaac y a separarse de él con un amigo, pero Dios no tenía obligaciones para con nosotros, porque éramos enemigos. De nuestro deber para con Dios a cambio de ese amor, debemos seguir los pasos de esta fe de Abraham. Dios, por su palabra, nos llama a separarnos de todo por Cristo, de todos nuestros pecados, aunque hayan sido como diestra, o como ojo derecho, o como Isaac; todas aquellas cosas que son rivales con Cristo por la soberanía de nuestro corazón; y debemos dejarlos ir todos alegremente. Dios, por su providencia, que es verdaderamente la voz de Dios, a veces nos llama a separarnos de un Isaac, y debemos hacerlo con una alegre resignación y sumisión a su santa voluntad.

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