Para los que habitan en Jerusalén y sus gobernantes, Él anticipa aquí una fuerte objeción: "¿Por qué no creyeron en Jerusalén, y especialmente sus gobernantes?" No lo conocen, porque no entendieron a esos mismos profetas a quienes leían o escuchaban continuamente. El solo hecho de condenarlo, a pesar de su inocencia, prueba que no entendieron las profecías que le conciernen.

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