En ese momento hubo una gran persecución contra la Iglesia: sus adversarios, habiendo probado la sangre, estaban más ansiosos. Y estaban todos dispersos, no toda la Iglesia: de ser así, ¿quién habría quedado para que los apóstoles enseñaran o Saulo para perseguir? Pero todos los maestros, excepto los apóstoles, quienes, aunque estaban en mayor peligro, se quedaron con el rebaño.

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