Y Tomás dijo: Señor mío y Dios mío. Los discípulos habían dicho: Al Señor hemos visto. Tomás ahora no solo reconoce que es el Señor, como lo había hecho antes, y que ha resucitado, como habían afirmado sus compañeros discípulos, sino que también confiesa su Deidad, y eso de manera más explícita que cualquier otro lo había hecho hasta ahora. Y todo esto lo hizo sin poner la mano en el costado.

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