Y todo el pueblo llegó temprano en la mañana para escucharlo. ¡Cuánto más felices fueron sus discípulos en estas primeras conferencias, de lo que los sueños de la mañana podrían haberlos hecho en sus camas! No tengamos escrúpulos en negarnos la indulgencia del sueño innecesario, para que mañana tras mañana podamos ponernos a sus pies, recibiendo las instrucciones de su palabra y buscando las de su Espíritu.

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