Y mientras él sembraba, algunas semillas cayeron al lado de la carretera, y los pájaros vinieron y las devoraron. Se puede observar que nuestro Señor señala los grandes obstáculos para que llevemos fruto, en el mismo orden en que ocurren. El primer peligro es que los pájaros devoren la semilla. Si escapa a esto, existe otro peligro, a saber, que no se queme y se marchite. Mucho después de esto, las espinas brotan y ahogan la buena semilla.

Una gran mayoría de los que escuchan la palabra de Dios, reciben la semilla como al lado de la carretera. De los que no lo pierden por los pájaros, muchos lo reciben como en pedregales. Muchos de los que lo reciben en una tierra mejor, pero dejan que los espinos crezcan y lo ahoguen; de modo que pocos de ellos perseveran hasta el fin y dan fruto a la perfección; sin embargo, en todos estos casos, no es el voluntad de Dios que obstaculiza, sino su propia perversidad voluntaria.

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