Orígenes contra Celso Libro VII

nadie es tan necio como para suponer que los ojos del cuerpo contemplan las maravillas de la ley divina, o que la ley del Señor alumbra los ojos del cuerpo, o que el sueño de la muerte cae sobre los ojos del cuerpo. Cuando nuestro Salvador dice: "El que tiene oídos para oír, que oiga"[79]

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