¿Nuestro Dios usa el mal? Habacuc Uno
Se sabe muy poco acerca de Habacuc, excepto que es un profeta de Dios y que oraba increíblemente. Estaba buscando respuestas a las preguntas difíciles de la vida. El capítulo uno de Habacuc describe el uso que Dios hace de las naciones malvadas para castigar a otras personas. Aunque el hombre no entienda por qué Dios hace esto, debemos recordar Su soberanía y la responsabilidad del hombre hacia Él. El libro de Habacuc trata muchas de las preguntas difíciles de la Biblia.
El libro de Habacuc es una lucha, ya que el profeta acude audazmente a Dios para discutir asuntos que no entiende. Durante los días de Habacuc el pueblo era muy malvado, reinaba el caos y la justicia no existía. Habacuc sintió que había llorado y llorado por justicia y, sin embargo, no podía entender por qué Dios seguía en silencio. Habacuc había orado a Dios durante un tiempo prolongado con respecto a las malas acciones y la injusticia de la tierra. Describió los males de su época con palabras como iniquidad, agravio, despojo, contienda y contención. Habacuc oró para que Dios aclarara el asunto, pero sintió que Dios no estaba respondiendo.
¡Dios le dijo a Habacuc que ya estaba haciendo algo! Él dijo: "Mirad vosotros entre las naciones, y mirad, y maravillaos maravillosamente: porque yo haré una obra en vuestros días, la cual no creeréis, aunque os sea dicha". Dios traería a los caldeos contra los judíos para destruirlos. Sabía que los caldeos eran un pueblo malvado. Eran simplemente una fuerte fuerza militar que Dios usaría para castigar los errores de Su propio pueblo.
Los caldeos eran arrogantes, rencorosos y sanguinarios. Confiaron en su propia fuerza. El hecho de que Dios usaría a esta nación malvada para castigar a Su pueblo no era en absoluto lo que esperaba Habacuc. Cuando oramos, debemos esperar que Dios responda con lo que es mejor, aunque no necesariamente sea lo que esperábamos. Habacuc vio a Dios como eterno y se preguntó cómo podría usar una nación malvada para lograr su propósito. Debemos recordar la soberanía de Dios y tener fe completa en que Él siempre hará lo mejor.