Una promesa de castigo y esperanza

Miqueas dos

El capítulo dos de Miqueas describe los pecados de la avaricia y el pecado del orgullo entre el pueblo de Dios, Israel. Dios odia todo pecado; Él odia especialmente el pecado premeditado. El pueblo al que habló Micaía era culpable del pecado de tramar iniquidad. Su avaricia y codicia les hizo oprimir a sus hermanos. Dios había liberado a Israel de la opresión pero ahora abusaban y esclavizaban unos a otros. Muchos cometen sus malas acciones al amparo de la noche. La maldad del día de Miqueas estaba a plena luz del día y aun en los atrios de la tierra.

Miqueas nos dio una idea profunda de la naturaleza del pecado. Algunos no practican el pecado porque no está en su poder pecar. No están en el lugar donde podrían cometer el pecado. La "prueba de fidelidad" viene cuando es nuestro poder pecar pero honramos a Dios de todos modos.

El pueblo trama iniquidad contra Dios. Como resultado de la iniquidad que tramaron contra Dios, Él traería calamidad sobre ellos. El orgullo del pueblo o su altanería los llevó a su rebelión contra Dios. Los males del pueblo traerían el juicio de Dios sobre ellos. El pueblo sería abatido y ya no caminaría con altivez. El juicio que vendría sobre Israel sería que serían conquistados por Asiria. Su tierra les sería arrebatada de la misma manera que ellos habían arrebatado la tierra a otros.

Tristemente, la gente consideró las palabras del profeta de Dios como un mero balbuceo. Predicó durante unos veinte años con poco o ningún resultado. Finalmente, durante el reinado de Ezequías, los líderes y el pueblo finalmente se arrepintieron. Miqueas expuso tanto los pecados del pueblo como las mentiras de los falsos profetas. Seguir el mensaje que entregó para Dios traería al pueblo paz, descanso y restauración al Creador. El remanente de Israel disfrutaría de las promesas de restauración de Dios.

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