Levántate, toma tu lecho y anda.

Luego vino la orden de levantarse y caminar. Cuando el Señor mandaba, siempre había pronta obediencia. No habló como hombre, sino como Hijo de Dios. No sanó por algún otro poder, como lo hicieron los profetas y apóstoles, sino por el suyo propio. Sus mandatos son siempre imperativos, ya sea a los vientos, a las olas, a los muertos, a los enfermos y enfermos, y siempre van seguidos de una obediencia inmediata. Los poderes de la naturaleza la reconocen como la misma voz que dijo: "Hágase la luz, y fue la luz.

"Nótese, sin embargo, que mientras Cristo habla con autoridad divina, se requiere el acto de obediencia. El hombre debe levantarse, tomar su cama y caminar. La cama era o bien un colchón que servía de lecho por la noche y un asiento por día, o somier bajo, se le ordenó que lo tomara para mostrar enfáticamente que era un hombre perfectamente curado.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Nuevo Testamento