Comentario de Catena Aurea
Juan 13:36-38
Ver 36. Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, tú no me puedes seguir ahora; pero tú me seguirás después. 37. Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por tu bien. 38. Jesús le respondió: ¿Darías tu vida por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, hasta que me hayas negado tres veces.
CHRYS. Grande es el amor, y más fuerte que el fuego; nada puede detener su curso. Pedro, el más ardiente de todos, en cuanto oye decir al Señor: A donde yo voy, tú no me puedes seguir ahora, pregunta: Señor, ¿adónde vas?
AGO. El discípulo pregunta esto, como si estuviera listo para seguir. Pero nuestro Señor vio su corazón; Jesús le respondió: A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; Frena su prontitud, pero no destruye su esperanza; es más, lo confirma; Pero me seguirás después. ¿Por qué te apresuras, Pedro? La Roca aún no te ha establecido con Su Espíritu. No os envanezcáis con presunciones, no podéis seguir ahora; pero no te desanimes, me seguirás después.
CHRYS. Pedro, al recibir esta respuesta, no refrena su deseo, sino que se apresura a concebir esperanzas favorables de él, y librado del temor de traicionar a nuestro Señor, se siente seguro, y se convierte él mismo en interrogador, mientras los demás callan: Pedro dijo a Él, Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por tu bien.
¿Qué dices, Pedro? Él ha dicho, no puedes, y tú dices, puedes: por tanto, sabrás por experiencia, que tu amor no es nada, a menos que seas capacitado desde lo alto: Jesús le respondió: ¿Darás tu vida por mí?
BED. Esta oración puede leerse de dos maneras: ya sea como afirmación, darás tu vida por Mí, pero ahora por temor a la muerte del cuerpo, incurrirás en la muerte espiritual: o como burla; como si dijera,
AGO. ¿Harás por Mí lo que Yo aún no he hecho por ti? ¿Puedes ir antes, quién no puede venir después? ¿Por qué supones eso? Oye lo que eres: De cierto, de cierto te digo: El gallo no cantará hasta que me hayas negado tres veces, tú que me prometes tu muerte, tres veces negarás tu vida. Pedro conocía su gran deseo, no conocía su fuerza: se jactaba de su voluntad, siendo aún débil; pero el Médico vio su debilidad.
Algunos que perversamente favorecen a Pedro, lo excusan y dicen que no negó a Cristo, porque cuando la criada le preguntó, dijo que no lo conocía, como lo testifica más expresamente el otro evangelista. Como si negar al hombre Cristo, no fuera negar a Cristo; sí, para que en Cristo, que fue hecho por nosotros, no perezca aquello que nos hizo. ¿Por qué es Él la Cabeza de la Iglesia, sino por Su humanidad? ¿Y cómo, pues, está en el cuerpo de Cristo el que niega a Cristo hombre? Pero ¿por qué discuto tanto tiempo? Nuestro Señor no dice: El gallo no cantará hasta que niegues al hombre, o al Hijo del hombre, sino hasta que me niegues a Mí.
¿Qué soy Yo, sino lo que Él era? Así pues, todo lo que Pedro negó, negó a Cristo: es impío dudarlo. Cristo dijo eso, y Cristo dijo verdad: sin duda, Pedro negó a Cristo. No acusemos a Cristo para defender a Pedro. La fragilidad del mismo Pedro, reconoció su pecado, cuando fue testigo con sus lágrimas del mal que había hecho al negar a Cristo. Ni decimos esto, porque nos complace en culpar al primero de los Apóstoles; pero para que seamos advertidos de él, de no confiar en nuestras propias fuerzas.
BED. Sin embargo, si alguno cae, que el ejemplo de Pedro lo salve de la desesperación y le enseñe que puede obtener sin demora el perdón de Dios.
CHRYS. Es manifiesto que nuestro Señor permitió la caída de Pedro. Podría haberlo llamado al principio, pero como persistió en su vehemencia, aunque no lo indujo a negarlo, lo dejó ir sin ayuda, para que pudiera conocer su propia debilidad y no volver a caer en tal pecado, cuando el superintendente del mundo había venido a él, sino que, recordando lo que le había sucedido, él mismo pudiera conocer.
AGO. Eso sucedió en el alma de Pedro, que él ofreció en el cuerpo; aunque diferente de lo que él quiso decir. Porque antes de la muerte y resurrección de nuestro Señor, murió por su negación y vivió de nuevo por sus lágrimas.
AGO. Este discurso, El gallo no cantará, ocurre en todos los evangelistas, pero no al mismo tiempo en todos. Mateo y Marcos: lo presentan después de haber salido de la casa, en la que estaban comiendo; Lucas y Juan antes. Podemos suponer que los dos primeros recurren a lo que pasó, o que los dos últimos anticipan lo que está por venir. O la gran diferencia no sólo de las palabras, sino de los temas que preceden al discurso, y que incitan a Pedro a la presunción de ofrecerse a morir, por o con nuestro Señor, puede llevarnos a concluir que hizo esta oferta tres veces, y que nuestro Señor respondió tres veces: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.