Comentario de Catena Aurea
Juan 15:4-7
Ver 4. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; no puedes más, a menos que permanezcas en mí. 5. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: El que permanece en mí, y yo en él, ése lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6. Si el hombre no permanece en mí, será echado fuera como una rama, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.
CHRYS. Habiendo dicho que estaban limpios por la palabra que les había dicho, ahora les enseñó que debían hacer su parte.
AGO. Permaneced en mí, y yo en vosotros; no ellos en él, como él en ellos; porque ambos son para provecho no de El, sino de ellos. Los pámpanos no confieren ninguna ventaja a la vid, sino que reciben su sostén de ella: la vid proporciona alimento a los sarmientos, no les quita nada: de modo que el permanecer en Cristo y el tener a Cristo en ellos, son ambos para el provecho de los discípulos, no de Cristo; según lo que sigue: Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí.
Gran muestra de gracia! Fortalece el corazón de los humildes, cierra la boca de los soberbios. Los que sostienen que Dios no es necesario para hacer buenas obras, los que subvierten, no los afirmadores, del libre albedrío, contradicen esta verdad. Porque el que piensa que da fruto por sí mismo, no está en la vid; el que no está en la vid, no está en Cristo; el que no está en Cristo, no es cristiano.
ALCUINO. Todo el fruto de las buenas obras procede de esta raíz. El que nos ha librado con su gracia, también nos lleva adelante con su ayuda, para que llevemos más fruto. Por lo cual repite y explica lo que ha dicho: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí, creyendo, obedeciendo, perseverando y Yo en Él, iluminando, asistiendo, dando perseverancia, el mismo y no otro, da mucho fruto.
AGO. Pero para que nadie suponga que un sarmiento puede dar un pequeño fruto de sí mismo, añade: Porque separados de mí nada podéis hacer. Él no dice, se puede hacer poco. A menos que la rama permanezca en la vid y viva desde la raíz, no puede dar fruto alguno. Cristo, aunque no sería la vid, a menos que fuera hombre, sin embargo, no podría dar esta gracia a las ramas, a menos que fuera Dios.
CHRYS. El Hijo entonces contribuye no menos que el Padre a la ayuda de los discípulos. El Padre cambia, pero el Hijo los guarda en Él, que es el que hace fructificar las ramas. Y de nuevo, la purificación se atribuye también al Hijo, y la permanencia en la raíz al Padre que engendró la raíz. Es una gran pérdida no poder hacer nada, pero continúa diciendo más que esto: Si el hombre no permanece en mí, será echado fuera como una rama, es decir, no se beneficiará del cuidado del labrador, y se marchita, es decir, perderá todo lo que desea desde la raíz, todo lo que sustenta su vida, y morirá.
ALCUINO. Y los recogen los hombres, es decir, los segadores, los Ángeles, y los echan en el fuego, fuego eterno, y son quemados.
AGO. Porque los pámpanos de la vid son tan despreciables, si no permanecen en la vid, como son gloriosos, si permanecen. En uno de los dos debe estar el pámpano, o en la vid, o en el fuego: si no está en la vid, estará en el fuego.
CHRYS. Entonces Él muestra lo que es permanecer en Él. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho. Debe ser mostrado por sus obras.
AGO. Porque entonces puede decirse que Sus palabras permanecen en nosotros, cuando hacemos lo que Él ha mandado, y amamos lo que Él ha prometido. Pero cuando sus palabras permanecen en la memoria y no se encuentran en la vida, la rama no se cuenta como parte de la vid, porque no deriva vida de su raíz. Mientras permanezcamos en el Salvador, no podemos querer nada que sea extraño a nuestra salvación.
Tenemos una voluntad en cuanto que estamos en Cristo, otra en cuanto que estamos en este mundo. Y a causa de nuestra morada en este mundo, sucede a veces que pedimos lo que no conviene, por ignorancia. Pero nunca, si permanecemos en Cristo, nos la concederá Él, que no concede sino lo que nos conviene. Y aquí nos dirigimos a la oración, Padre Nuestro. Adhieramos a las palabras y al significado de esta oración en nuestras peticiones, y todo lo que pidamos nos será hecho.