Ejercicios sobre el Evangelio de San Lucas
Hacia
Reverendísimo Padre en Cristo,
gilberto,
Por la Divina Providencia Arzobispo de Canterbury,
Primado de toda Inglaterra, etc.
Que le plazca a Vuestra Gracia,
Habiendo terminado por fin (de la manera que es) esta empresa mía sobre los cuatro evangelistas, la religión, la gratitud y el deber me lo exigen, para conmemorar y reconocer la infinita misericordia de Dios hacia mí al traerme hasta aquí, continuando mi vida, preservándome esa fuerza de vista, vigor tanto de cuerpo como de mente, hasta y en un grado tan grande de vejez. A todo lo cual la misma misericordia divina ha añadido este gran beneficio, que me ha concedido la compasión, el favor y el patrocinio de Vuestra Gracia.
Esto ha endulzado no poco todo lo demás, asegurándome tanto ocio para los libros, tranquilidad en mis estudios, el establecimiento de mi familia y una condición de vida fácil. Sin esto, mi mente, inclinada hacia los estudios, debe haber anhelado sus oportunidades: debo haber estado buscando ocio, retiro y un asiento tranquilo. Los brotes de estos mis trabajos (si es que ahora hay en ellos alguna cosa de valor) se habrían marchitado en su primer apagado, si por el favor divino no los hubiera regado el rocío del favor de vuestra Gracia.
Vuestra Gracia puede haber olvidado (que no suele escribir sus buenas obras en mármol) las grandes cosas que hizo por mí en mis apuros: qué bondad y buena voluntad encontré entonces en usted, qué industria de hacerme bien, incluso para admiración. Sin embargo, nunca deben escaparse de mi recuerdo y reconocimiento hasta que me haya olvidado de mí mismo y no recuerde más lo que soy. Pero dado que su humanidad ha sido tal que no puede expresarse plenamente, permítanme abarcar todo el asunto en este breve compendio; que mi familia hubiera perecido, si la misericordia de Dios, por medio de tu compasión, no la hubiera salvado.
¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios? ¿Y qué a Vuestra Gracia por tan grande? Pero, ¿puede alguien como yo pensar en hacer devoluciones a Dios o a ti? Que Dios mismo, el Padre de las misericordias, (pues yo no puedo) se convierta en vuestra recompensa: y por una añadidura de su misericordia, me haga capaz de rendirle yo mismo; concédeme que yo sea enteramente suyo, y él tuyo. Ruego que él conserve, proteja y dirija por mucho tiempo a vuestra Gracia, y que al final os haga eternamente felices. Esta, de corazón y sin cesar, es la oración de,
Reverendísimo Padre,
El servidor más humilde y devoto de Su Gracia,
Juan pie ligero