INTRODUCCIÓN.
El autor de esta epístola es reconocido como Juan el apóstol, y la misma persona idéntica que escribió la carta anterior. El estilo y el tono son suficientes para convencer a cualquier persona imparcial de este hecho. Está escrito a una excelente dama, que reside en algún lugar de Asia Menor, siendo desconocida la localidad precisa. Esta excelente dama fue discípula del Maestro. El objeto de escribir esta carta era doble.
El primer objetivo es confirmar a la dama ya sus hijos en la fe del evangelio, y hacerlos fuertes en él, y especialmente fuertes en la resistencia a las falsas enseñanzas que prevalecían en ese momento. El segundo objeto era advertirla, no sólo contra los falsos maestros, sino también ordenarle que no los recibiera en su casa, ni pedirles que Dios se diera prisa en su misión. Dónde estaba Juan, en el momento de escribir, o la fecha de la epístola, son asuntos de mera conjetura.
ANÁLISIS DE LA EPÍSTOLA.
Esta carta está dirigida a una mujer y sus hijos, quienes aceptaron al Salvador y se convirtieron en sus discípulos. El escritor expresa su sincero afecto por ellos en el evangelio y los saluda en consecuencia con su bendición. Luego expresa su gran satisfacción al saber que los hijos de esta excelsa señora fueron firmes en la fe. Luego le ruega a la señora que observe el gran mandamiento del sistema cristiano: el amor a la fraternidad y le explica que el mandamiento de amarse unos a otros viene desde el principio de la proclamación del evangelio de la paz.
Él insta sobre ella el deber de estar en constante observancia de este mandato. La siguiente razón que se le dio para escribirle en ese momento fue para advertirla contra los engañadores, que niegan que Jesucristo ha venido en carne. Él le dice que tal es el anticristo. Él le dice a ella que no debe recibir a un maestro así en su casa, y ni siquiera desearles buena suerte, porque al hacerlo, ella se convertiría, hasta cierto punto, en partícipe de sus malas acciones.
Él le dice que tiene muchas cosas que decirle en este sentido, pero que no las escribiría, pero le daría información completa sobre lo mismo cuando se encontraran cara a cara. Concluye su carta comunicándole a la excelente señora el saludo de una hermana que ella tenía residiendo en el lugar de donde escribió Juan, siendo esta hermana también creyente en Cristo.