Comentario Bíblico Combinado
Hechos 15:35
35. La ciudad de Antioquía continuaba siendo aún campo provechoso para la labor apostólica, y escenario de interesantes acontecimientos. (35) " Pablo y Bernabé permanecieron también en Antioquía, con muchos otros, enseñando y predicando la palabra del Señor ". Es durante este período que los comentaristas más juiciosos ubican la visita de Pedro a Antioquía, y la reprensión por Pablo, como se registra en el segundo capítulo de Gálatas; "Cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de culpar.
Porque antes de la venida de algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron, él se retiró y se apartó , temiéndolos de la circuncisión. Y los otros judíos disimulaban igualmente con él, de modo que incluso Bernabé se dejó llevar por su disimulo".
Se ha supuesto erróneamente que Pedro, en este asunto, actuó en conflicto directo con la epístola que acababa de unir al dirigirla a los hermanos gentiles. La dureza de esta suposición ha llevado a algunos escritores a concluir apresuradamente que su conducta impropia debe haber ocurrido en un período anterior a la publicación de esa epístola. También se insta a favor de una fecha anterior del incidente, que, si hubiera ocurrido después de la publicación de esa epístola, Pablo naturalmente habría apelado a ella en la controversia con Pedro, lo que parece no haber hecho.
Ambas suposiciones surgen de un error en cuanto a la falta exacta de la que era culpable Pedro. No insistió en que los gentiles debían ser circuncidados, o que debían guardar la ley; cuales fueron los puntos discutidos en la epístola apostólica. Pero, aun admitiendo el derecho de los incircuncisos a la membresía y sus privilegios, su culpa fue negarse a comer con ellos en sus círculos privados, aunque él mismo había sido el primero en hacerlo en la familia de Cornelio, y así lo había hecho, por un tiempo, incluso desde que llegó a Antioquía.
Al oponerse a tal conducta, no habría respondido al propósito de Pablo de apelar a la epístola de Jerusalén; porque meramente afirmaba la libertad de los gentiles del yugo de la ley, sin prescribir la relación que debía existir entre los hermanos circuncisos e incircuncisos. El curso de la argumentación que siguió fue el único disponible. Condenó a Pedro por inconsistencia, diciendo: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué exiges a los gentiles que vivan como judíos?" Había vivido como un gentil mientras comía con ellos; pero ahora, al apartarse de ellos, virtualmente les estaba diciendo: Debéis vivir como los judíos.
Esto era inconsistente e hizo parecer que él era ahora un transgresor, mientras construía los prejuicios judíos, o lo había sido antes, mientras buscaba derribarlos. "Porque si las cosas que destruí las vuelvo a construir, me hago transgresor".
Pero la prueba de inconsistencia en un oponente nunca resuelve una cuestión de verdad o deber. Después de haber probado la inconsistencia de su oponente, todavía tiene que probar que su curso actual difiere de lo que requiere la verdad, así como de su curso anterior. La inconsistencia moral condena a un hombre como transgresor, pero si un transgresor ahora o antes, sigue siendo una pregunta abierta. Pablo, por lo tanto, procedió a probar que la conducta actual de Pedro era impropia, declarando como un hecho indiscutible: "Yo, por la ley, estoy muerto ".a la ley, a fin de vivir para Dios", es decir, por la limitación que la ley se prescribe a sí misma, ha dejado de atarme, y he dejado de vivir bajo ella. Este hecho fue decisivo, porque toda la distinción que se suponía que existía entre los circuncidados y los incircuncisos se basaba en la suposición de que los primeros, al menos, todavía estaban bajo la ley.
Este es el último pasaje de Hechos relacionado con el apóstol Pedro. Antes de dejarlo, debemos notar un hecho en relación con este infeliz incidente en su vida que supera con creces el disimulo reprochado por Pablo. Es la manera en que recibió este reproche. No hay la menor evidencia de ningún resentimiento de su parte, ya sea por la reprensión en sí, o por la posterior publicación de la misma a las Iglesias de Galacia.
La mayoría de los hombres se ofenden cuando son reprendidos así por sus iguales, y considerarían una ofensa imperdonable dar publicidad innecesaria a una falta de este tipo. Pero Pablo conocía tan bien la bondad del corazón de Pedro, que no dudó en hablar de ello al mundo ya las generaciones futuras. Que no sobreestimó la mansedumbre de Pedro, es evidente por el hecho de que este último habló más afectuosamente de Pablo, con alusión directa a sus epístolas, y con una publicidad igual a la que había recibido su propio pecado.
Esta excelencia del carácter de Pedro era conocida por otros hermanos además de Pablo, como es evidente por la libertad con la que los cuatro evangelistas hablan de su negación del Señor. Podrían haber omitido este incidente de sus narraciones, si hubieran sido influenciados por ese orgullo y sensibilidad que impulsan a los hombres a ocultar las faltas de sus líderes, o si hubieran pensado que la publicación ofendería gravemente a Pedro.
Pero conocían a Peter y, debemos suponer, sabían que él estaba dispuesto a que cualquier falta suya, por desacreditable que fuera, se publicara al mundo, si servía de algo. Este es el espíritu de abnegación con el que todo siervo de Dios debe ofrecerse a la causa de Cristo.