El que esté dispuesto a hacerlo. La razón básica por la que las autoridades judías no aceptaban la enseñanza de Jesús como divina era que no querían hacer la voluntad de Dios. La mayor parte de la incredulidad se origina en el corazón, no en la cabeza. El gran poeta alemán, Heine, fue un incrédulo hasta que envejeció y fue torturado por una enfermedad crónica. Luego dijo: "He desechado mi orgullosa filosofía y he aprendido a confiar en los consuelos de la religión". No tenía más pruebas que antes, pero su corazón había cambiado.

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Antiguo Testamento