Según la historia exterior de Israel, lo que sigue a las revelaciones hechas a Elías en Horeb parece un tiempo de restauración y bendición; y exteriormente así fue. Ben-adad es vencido e Israel librado de su poder; pero Acab no tiene ningún conocimiento de la mente de Dios, y deja escapar al hombre a quien Dios había condenado. Hay casos en los que la ligereza sólo prueba que el honor de Dios y sus pensamientos no tienen influencia sobre el corazón.

No le correspondía a Acab estar en términos fraternales con un rey cuyo objetivo constante era la opresión del pueblo de Dios. Era ponerse a la altura de un rey gentil, olvidando la posición tanto de Israel como del rey de Israel, con respecto a Dios. En un caso como este, la severidad de la conducta es el acompañamiento adecuado del sentido de la gracia perfecta de Dios hacia su pueblo. El que, por amor al pueblo de Dios, deseó en el monte Horeb ser borrado del libro de Jehová, es también el que dijo, en presencia del mal: "Santificaos hoy a Jehová, cada uno sobre su hermano, su compañero, y su prójimo"; pero la debilidad que el desprecio de Dios produce en quien ocupa el lugar de siervo de Dios, asume el carácter de bondad hacia los hombres.

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