1 Reyes 8:1-66
1 Entonces Salomón congregó en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los jefes de las casas paternas de los hijos de Israel ante el rey Salomón, para hacer subir el arca del pacto del SEÑOR desde la Ciudad de David, que es Sion.
2 Y se congregaron ante el rey Salomón todos los hombres de Israel en la fiesta en el mes de Etanim, que es el mes séptimoc.
3 Fueron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes tomaron el arca.
4 Luego subieron el arca del SEÑOR, el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios sagrados que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes y los levitas los subieron.
5 El rey Salomón y con él toda la congregación de Israel, que se había reunido junto a él, estaban delante del arca, sacrificando tantas ovejas y vacas que por su gran cantidad no se podían contar ni numerar.
6 Entonces los sacerdotes introdujeron el arca del pacto del SEÑOR en su lugar, en el santuario interior del templo, en el lugar santísimo, debajo de las alas de los querubines.
7 Porque los querubines extendían las alas sobre el lugar del arca, de modo que los querubines cubrían el arca y sus varas por encima.
8 Las varas eran tan largas que los extremos de las varas se podían ver desde el lugar santo, que estaba delante del santuario interior; pero no se podían ver desde afuera. Y allí han quedado hasta el día de hoy.
9 Ninguna cosa había en el arca, excepto las dos tablas de piedra que Moisés había colocado allí en Horeb, donde el SEÑOR hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto.
10 Y sucedió que cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa del SEÑOR.
11 Y los sacerdotes no pudieron continuar sirviendo por causa de la nube, porque la gloria del SEÑOR había llenado la casa del SEÑOR.
12 Entonces Salomón dijo: “El SEÑOR ha dicho que él habita en la densa oscuridad.
13 Ciertamente te he edificado una casa sublime, una morada donde habites para siempre”.
14 El rey se volvió y bendijo a toda la congregación de Israel. Y toda la congregación de Israel estaba de pie.
15 Entonces dijo: “Bendito sea el SEÑOR Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que con su boca prometió a mi padre David, diciendo:
16 ‘Desde el día en que saqué a mi pueblo Israel de Egipto, no había elegido ninguna ciudad de todas las tribus de Israel para edificar una casa donde estuviera mi nombre. Pero elegí a David para que estuviera al frente de mi pueblo Israel’.
17 “Estuvo en el corazón de mi padre David el anhelo de edificar una casa al nombre del SEÑOR Dios de Israel.
18 Pero el SEÑOR dijo a mi padre David: ‘Por cuanto ha estado en tu corazón el anhelo de edificar una casa a mi nombre, has hecho bien en tener esto en tu corazón.
19 Sin embargo, tú no edificarás la casa, sino tu hijo que te nacerá, él edificará la casa a mi nombre’.
20 “El SEÑOR ha cumplido su promesa que había hecho, y yo me he levantado en lugar de mi padre David. Me he sentado en el trono de Israel, como el SEÑOR había prometido, y he edificado la casa al nombre del SEÑOR Dios de Israel.
21 Y he dispuesto allí un lugar para el arca, en la cual está el pacto del SEÑOR que él hizo con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto”.
22 Entonces Salomón se puso de pie delante del altar del SEÑOR, frente a toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo.
23 Y dijo: “¡Oh SEÑOR Dios de Israel, no hay Dios como tú ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra! Tú guardas el pacto y la misericordia para con tus siervos que caminan delante de ti con todo su corazón.
24 Tú has cumplido con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste. Con tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día.
25 Ahora pues, oh SEÑOR Dios de Israel, cumple con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste diciendo: ‘No te faltará delante de mí un hombre que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino para andar delante de mí, como tú has andado delante de mí’.
26 Ahora pues, oh Dios de Israel, sea confirmada tu palabra que hablaste a tu siervo David, mi padre.
27 “Pero, ¿es verdad que Dios ha de habitar sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. ¡Cuánto menos este templo que he edificado!
28 Sin embargo, oh SEÑOR, Dios mío, vuélvete hacia la oración y la plegaria de tu siervo, para oír el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti.
29 Estén abiertos tus ojos de noche y de día hacia este templo, hacia el lugar del cual has dicho: ‘Allí estará mi nombre’, para escuchar la oración que tu siervo haga hacia este lugar.
30 Escucha la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha tú y perdona.
31 “Si alguna persona peca contra su prójimo, y este le toma juramento al hacerlo jurar, y él entra bajo juramento ante tu altar en este templo,
32 entonces escucha tú en los cielos y actúa. Juzga a tus siervos condenando al injusto, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y justificando al justo, dándole conforme a su justicia.
33 “Cuando tu pueblo Israel sea derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelvan a ti y confiesen tu nombre, y oren y te supliquen en este templo,
34 entonces escucha tú en los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel y hazlos volver a la tierra que diste a sus padres.
35 “Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia, por haber ellos pecado contra ti; si oran hacia este lugar, confiesan tu nombre y se vuelven de su pecado cuando los aflijas,
36 entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad.
37 “Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, hongo, langosta o pulgón, o cuando su enemigo lo asedie en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad),
38 cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo la plaga de su corazón y extendiendo sus manos hacia este templo),
39 entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada, perdona y actúa. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque solo tú conoces el corazón de todo hombre);
40 a fin de que te teman todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres.
41 “Asimismo, cuando el extranjero que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de tu nombre
42 (porque oirán de tu gran nombre, de tu poderosa mano y de tu brazo extendido), y venga a orar a este templo,
43 entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por tu nombre.
44 “Si tu pueblo sale a la batalla contra su enemigo por el camino que los envíes, y ellos oran al SEÑOR en dirección a la ciudad que tú has elegido y a la casa que he edificado a tu nombre,
45 entonces escucha en los cielos su oración y su plegaria, y ampara su causa.
46 “Si pecan contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojas contra ellos y los entregas ante el enemigo, y estos los llevan como cautivos suyos a la tierra del enemigo, lejana o cercana;
47 si ellos vuelven en sí en la tierra a donde hayan sido llevados cautivos, y se vuelven y te suplican en la tierra de los que los llevaron cautivos, diciendo: ‘Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente’;
48 si en la tierra de sus enemigos, a donde los hayan llevado cautivos, ellos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y oran a ti en dirección a la tierra que diste a sus padres, a la ciudad que has elegido y al templo que he edificado a tu nombre,
49 entonces escucha en los cielos, el lugar de tu morada, su oración y su plegaria, y ampara su causa.
50 Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti, y todas las transgresiones que han cometido contra ti, y hazlos objeto de misericordia ante los que los han llevado cautivos, para que tengan misericordia de ellos.
51 Porque ellos son tu pueblo y tu heredad que sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro.
52 “Estén abiertos tus ojos a la plegaria de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo Israel para escucharlos en todo aquello que te invoquen.
53 Porque tú, oh SEÑOR, los has separado para ti como tu heredad de entre todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto”.
54 Y sucedió que cuando Salomón terminó de hacer toda esta oración y plegaria al SEÑOR, se levantó de estar de rodillas delante del altar del SEÑOR, con sus manos extendidas al cielo.
55 Entonces se puso de pie y bendijo en alta voz a toda la congregación de Israel, diciendo:
56 “¡Bendito sea el SEÑOR, que ha dado descanso a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había prometido! No ha fallado ninguna palabra de todas sus buenas promesas que expresó por medio de su siervo Moisés.
57 El SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros padres; no nos desampare ni nos deje.
58 Incline él nuestro corazón hacia sí, para que andemos en todos sus caminos y guardemos sus mandamientos, sus leyes y sus decretos, que mandó a nuestros padres.
59 Que estas palabras mías, con que he suplicado delante del SEÑOR, estén cerca del SEÑOR nuestro Dios, de día y de noche, para que él ampare la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día;
60 a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que el SEÑOR es Dios y que no hay otro.
61 Sea, pues, íntegro el corazón de ustedes para con el SEÑOR nuestro Dios, a fin de andar en sus leyes y guardar sus mandamientos, como en este día”.
62 Entonces el rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios delante del SEÑOR.
63 Salomón ofreció al SEÑOR, como sacrificios de paz, veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. Así el rey y todos los hijos de Israel dedicaron la casa del SEÑOR.
64 Aquel mismo día el rey consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa del SEÑOR, pues allí ofreció los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz. Porque el altar de bronce que estaba delante del SEÑOR era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz.
65 En aquella ocasión Salomón y todo Israel con él, una gran congregación desde Lebo-hamat hasta el arroyo de Egipto, hicieron fiesta delante del SEÑOR nuestro Dios durante siete días, y otros siete días más, es decir, durante catorce días.
66 Al octavo día despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se fueron a sus moradas, alegres y con el corazón gozoso por toda la bondad que el SEÑOR había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.
Las circunstancias que revelaron el carácter de este descanso fueron notables. Las varas con las que los sacerdotes habían llevado el arca eran ahora el memorial de sus jornadas con Dios, quien, en su fidelidad, los había guiado y preservado, y los había llevado al reposo que había preparado para ellos. Pero lo que, en el paso por el desierto, había sido la señal de sus medios de gracia, ya no estaba en él: nada más que la ley permaneció allí.
La vara de Aarón y la olla de maná no habrían estado en armonía con el glorioso reinado y el resto de Canaán. La ley estaba allí; era la base de la administración del reino, y la regla de esa justicia que había de ejercerse en él.
Una vez colocada el arca del pacto en su lugar de descanso, Jehová viene y la sella con Su presencia, y llena la casa con Su gloria. Así como la vara, emblema de la gracia sacerdotal que había guiado al pueblo, y el maná, que los había alimentado en el desierto, ya no estaban, así el sacerdocio ya no ejercía su ministerio por la presencia de la gloria .
Por el momento Salomón asume plenamente el carácter de sacerdote. Es él quien está delante de Jehová, así como entre Jehová y el pueblo, un tipo notable, en cuanto a su posición, de lo que Cristo como Rey será para Israel en el día de su gloria. Ha edificado casa para que habite Jehová en morada fija, para que habite en ella para siempre. Observe aquí también que todo se refiere a la liberación de Egipto, a Horeb, a la ley, y no a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Se trataba sin duda, hasta cierto punto (y plenamente, típicamente), del cumplimiento de las promesas que se les hacían; pero Salomón no se refiere a ellos en cuanto a su posición actual. Esto se ve en el versículo 56 ( 1 Reyes 8:56 ).
Al examinar la bendición pronunciada por el rey (que, como casi todas las que se llaman bendición, consistía en acción de gracias), y su oración, volveremos a encontrar los mismos principios que señalamos al principio: el cumplimiento de las promesas hechas a David. como bendición presente (versículos 20-24 1 Reyes 8:20-24 ); pero el disfrute de esta bendición se concede bajo condición de obediencia (versículos 23-25 1 Reyes 8:23-25 ).
La oración pone al pueblo bajo los términos de un gobierno justo, abundante en verdad en bondad y perdón, pero que no considerará inocente al culpable; y presenta a Dios como el recurso del pueblo, cuando las consecuencias de su pecado caen sobre ellos de acuerdo con los principios establecidos por Moisés en Deuteronomio y en otros lugares. Además, mientras confesaba que el cielo de los cielos no podía contener a Jehová, el rey le ruega que conceda toda oración que se le dirigiera en esta casa, petición que fue concedida ( 1 Reyes 9:3 ), para que la casa fuera establecido como el trono del Dios del cielo sobre la tierra, el lugar en el cual Él se reveló a Sí mismo, y en el cual Él había puesto Su nombre.
Este hecho tiene un alcance muy amplio. Fue el establecimiento del gobierno de Jehová sobre la tierra en medio de Su pueblo, un gobierno confiado a un hombre, el hijo de David; de modo que se dice que Salomón se sentó en el trono de Jehová. Esto nos permite comprender la importancia de los acontecimientos que tuvieron lugar bajo Nabucodonosor, por quien este trono fue derribado, según el juicio pronunciado por Dios mismo.
La casa no era electa; pero, edificada bajo la propia dirección de Dios, fue santificada por Él mismo, para que Su nombre pudiera habitar allí para siempre. El cierre del capítulo 8 da una figura muy viva de la bendición milenaria de Israel.