Samuel (cap. 12) recibe el testimonio del pueblo sobre su fidelidad. Les presenta los caminos de Dios hacia ellos, su ingratitud y su insensatez al haber pedido un rey y rechazar a Dios. No obstante, mientras da una señal de Dios que añade el peso del propio testimonio de Dios a sus palabras, declara al pueblo que, si en lo sucesivo obedecían a Jehová, tanto el rey como el pueblo debían seguir a Jehová (es decir, caminaría bajo Su bendición y guía); pero si no, Jehová estaría en contra de ellos.

Porque Jehová no los desampararía, y él mismo (Samuel) ciertamente no cesaría de orar por ellos, y les enseñaría el camino bueno y recto: es decir, pone al pueblo, en cuanto a su conducta pública, en la posición que habían escogido, y los puso bajo su propia responsabilidad delante de Jehová; pero al mismo tiempo, lleno de amor por ellos como pueblo de Dios, su rechazo de sí mismo no le sugiere ni por un momento el pensamiento de renunciar a su intercesión oa su testimonio por el bien de ellos.

¡Hermosa imagen de un corazón cercano al Señor, que, en el olvido de sí mismo, puede amar a su pueblo como propio! Fallar en esto hubiera sido pecar contra el Señor (comparar 2 Corintios 12:15 ).

Aquí, pues, Saúl está establecido en su lugar, y su autoridad confirmada por la bendición de Dios. Samuel se retira, limitándose a su oficio profético, y Saúl está ahora llamado a demostrar su fidelidad y obediencia en su puesto actual, rodeado de todas las ventajas que la bendición de Dios y el acto solemne de su profeta podrían conferirle.

Recapitulemos ahora la historia que hemos estado examinando. Israel, infiel, ya no mantiene su relación con Dios bajo el sacerdocio. Se toma el arca, muere el sacerdote y se escribe Ichabod sobre la condición del pueblo. Dios suscita un profeta, que se convierte en el medio de comunicación entre Él y el pueblo; pero, amenazado por los amonitas, el pueblo finalmente exige un rey.

Dios les concede su petición, testimoniando al mismo tiempo su desagrado, ya que Él mismo era su Rey. No obstante, el Espíritu de profecía sigue siendo el canal de comunicación divina con el pueblo. A Saúl, el rey elegido y ungido, se le dan señales que indican el estado del pueblo: en primer lugar, algunos fieles que reconocen al Dios de Betel, es decir, el Dios fiel de Jacob, que no había prometido dejarlo hasta que hubiera cumplido todo lo que le había prometido; y, a continuación, el monte de Dios, la sede de la autoridad entre el pueblo, en posesión de los filisteos, el poder del enemigo en la tierra prometida.

El Espíritu de profecía viene sobre Saúl, mostrándole dónde estaba Dios en medio de estas circunstancias; y Samuel le dice que lo espere en Gilgal. Mientras tanto, como hemos visto, es fortalecido por la bendición de Dios sobre sus empresas.

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