2 Samuel 7:1-29
1 Aconteció que cuando el rey habitaba ya en su casa, y el SEÑOR le había dado descanso de todos sus enemigos en derredor,
2 el rey dijo al profeta Natán: — Mira; yo habito en una casa de cedro, mientras que el arca de Dios habita en una tienda.
3 Y Natán dijo al rey: — Anda, haz todo lo que está en tu corazón, porque el SEÑOR está contigo.
4 Pero aconteció que aquella noche vino la palabra del SEÑOR a Natán, diciendo:
5 “Ve y di a mi siervo David que así ha dicho el SEÑOR: ‘¿Me edificarás tú una casa en la que yo habite?’.
6 Ciertamente yo no he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los hijos de Israel de Egipto, hasta el día de hoy. Más bien, he estado peregrinando en una tienda y en un tabernáculo.
7 Dondequiera que he peregrinado con todos los hijos de Israel, ¿acaso he dicho una palabra a alguna de las tribus de Israel a la que yo comisioné para apacentar a mi pueblo Israel, preguntando: ‘¿Por qué no me han edificado una casa de cedro?’.
8 “Ahora pues, dirás a mi siervo David que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Yo te tomé del prado, de detrás del rebaño, para que fueras el soberano de mi pueblo Israel.
9 He estado contigo por dondequiera que has andado. He eliminado a todos tus enemigos de tu presencia, y haré que tu nombre sea grande, como el nombre de los grandes de la tierra.
10 Asimismo, dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que habite en su lugar sin que sea molestado más, ni los inicuos vuelvan a afligirlo como al comienzo,
11 desde el día en que constituí jueces sobre mi pueblo Israel. Y yo te daré descanso de todos tus enemigos. “‘Además, el SEÑOR te declara que el SEÑOR te hará casa a ti.
12 Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, el cual procederá de tus entrañas y afirmaré su reino.
13 Él edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre.
14 Yo seré para él padre; y él será para mí hijo. Cuando haga mal, yo lo corregiré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombre.
15 Pero no quitaré de él mi misericordia, como la quité de Saúl, al cual quité de tu presencia.
16 Tu casa y tu reino serán firmes para siempre delante de mí, y tu trono será estable para siempre’ ”.
17 Natán habló a David conforme a todas estas palabras y conforme a toda esta visión.
18 Entonces entró el rey David, se sentó delante del SEÑOR y dijo: “Oh SEÑOR Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi casa para que me hayas traído hasta aquí?
19 Y aun esto te ha parecido poco, oh SEÑOR Dios, pues también has hablado del futuro de la casa de tu siervo. ¿Se comporta de esta manera el hombre, oh SEÑOR Dios?
20 ¿Qué más puede añadir David al hablar contigo? Pues tú conoces a tu siervo, oh SEÑOR Dios.
21 Por causa de tu palabra y conforme a tu corazón, has realizado toda esta gran cosa para darla a conocer a tu siervo.
22 Por tanto, tú eres grande, oh SEÑOR Dios; porque no hay nadie como tú ni hay Dios aparte de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
23 “¿Y qué otra nación hay en la tierra como tu pueblo Israel, al cual Dios fue para rescatarlo como pueblo para sí, a fin de darse renombre y hacer a favor de él hechos grandes y temibles, al expulsar las naciones y sus dioses ante tu pueblo que rescataste para ti de Egipto?
24 Has establecido para ti a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre; y tú, oh SEÑOR, has llegado a ser su Dios.
25 “Ahora pues, oh SEÑOR Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz tal como has dicho.
26 Sea engrandecido tu nombre para siempre, a fin de que se diga: ‘El SEÑOR de los Ejércitos es Dios de Israel’. Que la casa de tu siervo David sea estable delante de ti;
27 porque tú, oh SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel, lo has revelado al oído de tu siervo, diciendo: ‘Yo te edificaré casa a ti’. Por esto, tu siervo ha hallado valor en su corazón para dirigirte esta oración.
28 Ahora pues, oh SEÑOR Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y has prometido este bien a tu siervo.
29 Y ahora, ten a bien bendecir la casa de tu siervo, a fin de que permanezca para siempre delante de ti. Porque tú lo has prometido, oh SEÑOR Dios, y con tu bendición la casa de tu siervo será bendita para siempre”.
Deseando ardientemente la gloria de Jehová, David se turba al morar en una casa de cedro, mientras Jehová moraba entre cortinas. Él desea construirle una casa, un buen deseo, pero que Dios no podría conceder. La obra de construcción del templo pertenecía al Príncipe de la Paz. David representó a Cristo como sufriendo y venciendo, y, en consecuencia, no como disfrutando del reino terrenal por derecho indiscutible, y abriendo a todas las naciones las puertas del templo en el que el Señor de justicia había de ser adorado.
Regresa entonces, por así decirlo, a su propia posición personal, en la que Dios lo bendijo de una manera muy peculiar. David era más que un tipo; él era verdaderamente el tronco de esa familia de la cual Cristo mismo habría de brotar. Esto se enseña en el hermoso séptimo capítulo. Vaso escogido para mantener en sufrimiento la causa del pueblo de Jehová, y para restablecer entre ellos la gloria del nombre del Señor ( 2 Samuel 7:8-9 ), Jehová había estado con él; y David, muy especialmente honrado en esto, fue también en su fidelidad un vaso de promesa de la futura paz y prosperidad destinadas a Israel en los consejos de Dios.
Pero estas eran todavía cosas futuras. La perpetuidad del reino sobre Israel se establece en su familia, a la que Dios castigará si es necesario, pero no exterminará. Su hijo edificará la casa. Ya en el tiempo del éxodo, el hombre en quien estaba el Espíritu, quiso preparar morada a Jehová ( Éxodo 15:2 ) [1].
Pero el Mesías era necesario para esto. Hasta entonces Israel era un errante, y Dios con él. Los siguientes son los temas principales de la revelación hecha a David, y de su respuesta: - el llamamiento soberano de Dios; lo que Dios había hecho por David; la certeza del descanso futuro para Israel; el establecimiento, por parte de Dios, de la casa de David; su hijo será el Hijo de Dios, edificará la casa; el trono de su Hijo será establecido para siempre.
El primer pensamiento de David, y siempre es así cuando el Espíritu de Dios obra, no fue regocijarse, sino bendecir a Dios. Estos son los rasgos llamativos de la oración de acción de gracias: está en paz y libertad ante Dios; entra y se sienta delante de Él; reconoce al mismo tiempo su propia nada y cuán indigno era de todo lo que Dios ya había hecho. Sin embargo, esto era poca cosa a los ojos de Dios, que le había declarado las glorias futuras de su casa.
Era Dios, y no la manera del hombre. ¿Qué más podría decir? Dios lo conocía; ahí estaba su confianza y su alegría. Reconoció que Dios lo hizo en verdad y "de su propio corazón". Fue gracia hacer que Su siervo lo supiera. El efecto de todo esto fue que David reconociera la excelencia de Jehová. No había ninguno fuera de Él, y ninguno sobre la tierra, por lo tanto, comparable a Su pueblo escogido, a quien Él fue a redimir para un pueblo propio, y a quien Él ahora había confirmado para Sí mismo, para que Israel fuera Su pueblo para siempre, y para que Él mismo sea su Dios.
La clase más alta de oración es la que no brota de un sentido de necesidad, sino de los deseos y la inteligencia que produce la revelación de los propósitos de Dios, propósitos que Él cumplirá en amor a Su pueblo y para la gloria de Cristo. Finalmente pide que su casa sea el lugar de la propia bendición de Dios. En una palabra, desea que los propósitos de Dios, que habían despertado todos sus afectos, sean realizados por Jehová mismo, quien se los reveló a su siervo.
Nota 1
La traducción es muy cuestionable; sin embargo, fue el pensamiento de Dios. Ver Éxodo 29:46 .