Deuteronomio 10:1-22
1 “En aquel tiempo el SEÑOR me dijo: ‘Lábrate dos tablas de piedra como las primeras y sube hacia mí al monte. Haz también un arca de madera.
2 Yo escribiré en esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que rompiste, y las pondrás en el arca’.
3 “Entonces hice un arca de madera de acacia y labré dos tablas de piedra como las primeras. Después subí al monte con las dos tablas en mi mano.
4 Y él escribió en las tablas lo mismo que estaba escrito en las primeras: Los Diez Mandamientos que el SEÑOR les había hablado en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. Luego el SEÑOR me las dio.
5 Di vuelta y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que había hecho. Allí están, como el SEÑOR me mandó.
6 “Después los hijos de Israel partieron de Beerot-bene-jaacán hacia Mosera. Allí murió Aarón, y allí fue sepultado. En lugar suyo asumió el sacerdocio su hijo Eleazar.
7 De allí partieron hacia Gudgoda, y de Gudgoda hacia Jotbata, una tierra de arroyos de agua.
8 “En aquel tiempo el SEÑOR apartó la tribu de Leví para llevar el arca del pacto del SEÑOR, a fin de que estuviera delante del SEÑOR para servirle, y para que bendijera en su nombre hasta el día de hoy.
9 Por esto Leví no ha tenido parte ni heredad entre sus hermanos: el SEÑOR es su heredad, como el SEÑOR tu Dios se lo ha prometido.
10 “Yo estuve en el monte como en los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches. Y el SEÑOR me escuchó también esta vez, y no quiso el SEÑOR destruirte.
11 Y el SEÑOR me dijo: ‘Levántate, ve para ponerte en marcha delante del pueblo, a fin de que entren y tomen posesión de la tierra que juré a sus padres que les había de dar’.
12 “Ahora pues, Israel, ¿qué pide el SEÑOR tu Dios de ti? Solo que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos, que ames y sirvas al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma,
13 y que guardes los mandamientos del SEÑOR y sus estatutos que yo te prescribo hoy, para tu bien.
14 “He aquí, del SEÑOR tu Dios son los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay.
15 Pero el SEÑOR se agradó solo de los padres de ustedes para amarlos, y después de ellos eligió a su descendencia de entre todos los pueblos, es decir, a ustedes, como en el día de hoy.
16 Circunciden, pues, el prepucio de su corazón y no endurezcan más su cerviz.
17 Porque el SEÑOR su Dios es Dios de dioses y Señor de señores. Es Dios grande, poderoso y temible, que no hace distinción de personas ni acepta soborno.
18 Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y también ama al extranjero y le da pan y vestido.
19 Por tanto, amarás al extranjero, porque extranjeros fueron ustedes en la tierra de Egipto.
20 “Al SEÑOR tu Dios temerás, y a él servirás. A él serás fiel y por su nombre jurarás.
21 Él es tu alabanza; él es tu Dios que ha hecho por ti estas cosas grandes y temibles que tus ojos han visto.
22 Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora el SEÑOR tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo.
El siguiente comentario cubre los capítulos 8, 9, 10 y 11.
En el capítulo 8, en el lenguaje más instructivo y conmovedor en cuanto al cuidado que Dios había tenido de ellos, mientras los mantenía en dependencia, y Su objetivo al hacerlo, también trae a la mente los tratos de Dios con ellos en el camino, [ 1] como motivo; y cómo Dios los había humillado y ejercitado, para que no se hincharan por el disfrute de las bendiciones de la buena tierra a la cual los estaba trayendo (porque fue Dios quien les dio la fuerza necesaria); que de otro modo Dios los destruiría, como había destruido a las naciones.
Por otra parte (cap. 9), les recuerda su continua perversidad, para mostrarles que no fue por su justicia, sino por la maldad de las naciones, que Dios los expulsó de delante de ellos. [2] Esto les aplica (cap. 10), recordándoles que Dios había renovado las tablas de la ley, exhortándolos a circuncidar sus corazones, a cuidar del extranjero, recordando cómo Dios los había engrandecido desde que descendieron como extranjeros. a Egipto.
Luego, en el capítulo 11, les trae a la memoria los juicios sobre los egipcios, y aquellos sobre Datán y Abiram; y les declara la hermosura y la excelencia de la tierra a la cual están a punto de entrar, una tierra sobre la cual los ojos de Jehová siempre se posaron; [3] y, por último, les presenta la bendición y la maldición que allí les esperaba, según su conducta, cuando fueron traídos; encargándoles que guarden cuidadosamente los mandamientos del Señor, y que los enseñen a sus hijos.
Y se añade que, guardando los mandamientos de Dios, podrían tomar posesión, según la plenitud de la promesa. Pero aquí todo depende de su obediencia a este pacto condicional que los hizo de Jehová, de quien debían ser exclusivamente; la gracia restauradora soberana no llega hasta el capítulo 30.
Nota 1
Ver particularmente Deuteronomio 8:2-4 ; Deuteronomio 8:15-16 .
Nota 2
Es importante tener esto en cuenta. Israel era la vara en la mano de Dios para librarse del mal intolerable. Por lo tanto, tampoco fueron de sobra.
Nota 3
Los términos en que esto se expresa presentan un contraste perfectamente hermoso entre el cuidado del hombre en la búsqueda de la bendición y la gracia de lo alto.