Introducción a Ezequiel
En la profecía de Ezequiel hemos dejado el terreno de contacto en el que estábamos en Jeremías. Estaba dentro con el juicio pendiendo sobre la ciudad culpable, y bajo el sentido opresivo del mal que trajo la ruina, dando un testimonio que, en cuanto al resultado aparente, no sirvió de nada, aunque se mantuvo, en el dolor personal del corazón. según la medida humana, la gloria de Dios.
Ezequiel había sido llevado cautivo con el rey Joaquín; al menos, él fue uno de los que fueron hechos cautivos en ese momento, y habitualmente data sus profecías de ese período, algo importante para señalar que podemos entender las revelaciones que se le hicieron. Para él ya no se trata ni de fechas ni de reyes, ni de Judá ni de Israel. El pueblo de Dios está en cautiverio entre los gentiles.
Israel es visto como un todo; los intereses de toda la nación están ante los ojos del profeta. Al mismo tiempo, la captura de Jerusalén bajo Sedequías aún no había tenido lugar. Esto ocasiona la revelación de la iniquidad de ese rey, cuya medida fue completada por su rebelión. Porque Nabucodonosor le dio valor al juramento hecho en el nombre de Jehová. Contaba con el respeto debido a ese nombre, y Sedequías no lo había respetado.
Los primeros veintitrés capítulos contienen testimonios de Dios contra Israel en general y contra Jerusalén en particular. Después de eso serán juzgadas las naciones vecinas; y luego, comenzando con el capítulo 33, el profeta retoma el tema de Israel, anunciando su restauración así como su juicio. Finalmente desde el capítulo 40 hasta el final tenemos la descripción del templo y de la división de la tierra.