Isaías 59:1-21
1 He aquí que la mano del SEÑOR no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír.
2 Las iniquidades de ustedes son las que hacen separación entre ustedes y su Dios. Sus pecados han hecho que su rostro se oculte de ustedes para no escuchar.
3 Porque sus manos se han contaminado con sangre, y sus dedos con iniquidad. Sus labios hablan mentira, y su lengua murmura maldad.
4 No hay quien clame por justicia ni quien vaya a juicio con integridad. Confían en la vanidad y hablan falsedades. Conciben afanes y dan a luz iniquidad.
5 Incuban huevos de víboras y tejen telas de arañas. El que coma de sus huevos morirá, y del que sea aplastado saldrá una serpiente.
6 Sus telarañas no servirán para vestirse ni se cubrirán con sus obras. Sus obras son obras de iniquidad; hechos de violencia hay en sus manos.
7 Sus pies corren al mal, y se apresuran a derramar sangre inocente. Sus pensamientos son pensamientos de iniquidad; destrucción y ruina hay en sus calzadas.
8 No conocen el camino de la paz ni hay justicia en sus sendas. Sus senderos son torcidos; cualquiera que vaya por ellos no conocerá la paz.
9 Por esto el derecho se ha alejado de nosotros, y no nos ha alcanzado la justicia. Esperamos luz, pero he aquí tinieblas. Esperamos resplandor, pero andamos en la oscuridad.
10 Como ciegos palpamos la pared; andamos a tientas, como si no tuviéramos ojos. Tropezamos tanto al mediodía como al anochecer; estamos como muertos entre los robustos.
11 Gruñimos todos nosotros como osos, y gemimos lastimeramente como palomas. Esperamos justicia, y no la hay; salvación, y está lejos de nosotros.
12 Porque nuestras transgresiones se han multiplicado delante de ti, y nuestro pecado ha testificado contra nosotros. Porque con nosotros permanecen nuestras transgresiones; reconocemos nuestras iniquidades.
13 Transgredimos y negamos al SEÑOR; volvemos atrás dejando de seguir a nuestro Dios. Hablamos de opresión y de rebelión; concebimos y proferimos desde el corazón palabras de mentira.
14 El derecho ha sido rechazado, y la justicia se mantiene a distancia. La verdad tropieza en la plaza, y la honestidad no puede entrar.
15 La verdad está ausente, y el que se aparta del mal es despojado. El SEÑOR ha visto esto, y el hecho que no haya justicia es malo ante sus ojos.
16 Vio, pues, que no había nadie, y se asombró de que no hubiera quien intercediera. Por tanto, su propio brazo le produjo salvación, y su propia justicia lo sostuvo.
17 Se vistió con la coraza de justicia, y puso el casco de salvación sobre su cabeza. Se vistió de ropas de venganza y se cubrió de celo como con un manto.
18 De acuerdo con sus hechos, así dará la retribución: ira para sus adversarios y furor para sus enemigos. Dará su retribución a las costas.
19 Desde el occidente temerán el nombre del SEÑOR; y desde donde nace el sol, su gloria. Porque él vendrá como río encajonado, sobre el cual impele el soplo del SEÑOR.
20 Entonces el Redentor vendrá a Sion. Y a los de Jacob que se arrepientan de la transgresión, el SEÑOR les dice:
21 “En cuanto a mí, este será mi pacto con ellos: ‘Mi Espíritu que está sobre ti y mis palabras que he puesto en tu boca no se apartarán de tu boca ni de la boca de tus descendientes ni de la boca de los descendientes de tus descendientes, desde ahora y para siempre’”, ha dicho el SEÑOR.
El siguiente comentario cubre los capítulos 58 y 59.
Pero estas consideraciones morales despiertan la indignación del Espíritu por la condición de Israel en los días de la profecía: su pecado y su hipocresía al pretender servir a Jehová; y en los capítulos 58, 59 denuncia su confianza en las formas externas y pone la bendición a condición de la obediencia. No fue que se acortó el brazo de Jehová, ni se le agravó el oído; pero la iniquidad del pueblo impidió la bendición y traería juicio sobre ellos.
Sin embargo, cuando todo había fallado y no había nadie que mantuviera la justicia, Jehová mismo intervendría en Su soberanía y poder. Aplastaría a sus enemigos y juzgaría las islas; para que su nombre sea temido en toda la tierra. El Redentor debe venir a Sión ya los que se vuelven de la transgresión en Jacob. Entonces, la bendición debería ser permanente, y la presencia del Espíritu Santo moraría con la simiente de Jacob para siempre.