Lo grande, en medio de todo lo que estaba pasando, era confiar en Jehová. El que, fallando en esto, hizo de la carne su brazo, no debe ver cuando vino el bien. Mientras tanto, el fuego de la ira de Dios se encendió y no debe apagarse. ¿Cómo se puede confiar en un corazón malvado y engañoso? El Señor la escudriña, para dar a cada uno según sus caminos. El profeta, en nombre del pueblo, se arroja sobre Jehová; y, a causa de la maldad de los adversarios que se burlaron de los testimonios de Dios, apela a Dios.

No había deseado el día aciago que anunció; tampoco fue por su propia elección que abandonó los deberes pacíficos que le debían al pueblo para seguir a Dios en este testimonio. Le ruega a Dios, cuyos terribles juicios iban a dispersar al pueblo, que no sea un terror para él. Dios era toda su esperanza en el día del mal. Qué cuadro de la condición del remanente en los últimos días; y, en todo momento, de la porción de uno que es fiel cuando el pueblo de Dios no escucha su testimonio! Sin embargo, llamándose todavía Hoy, Dios en Su longanimidad abre la puerta del arrepentimiento al pueblo ya su rey, si tienen oídos para oír.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad