Jeremias 39:1-18
1 En el mes décimoa del noveno año de Sedequías rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron.
2 En el noveno día del mes cuartob del año once de Sedequías, se abrió una brecha en la ciudad.
3 Entonces llegaron todos los oficiales del rey de Babilonia: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los demás oficiales del rey de Babilonia. Y se instalaron junto a la puerta del Centro.
4 Sucedió que al verlos, Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra huyeron. Salieron de noche de la ciudad por el camino del jardín del rey, por la puerta que había entre los dos muros. Se dirigieron hacia el Arabá;
5 pero el ejército de los caldeos los persiguió, y alcanzaron a Sedequías en las llanuras de Jericó. Lo tomaron preso y lo llevaron ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, en Ribla, en la tierra de Hamat; y este pronunció sentencia contra aquel.
6 El rey de Babilonia degolló en Ribla a los hijos de Sedequías, en presencia de este. Asimismo, el rey de Babilonia hizo degollar a todos los nobles de Judá.
7 Al rey Sedequías le sacó los ojos y lo aprisionó con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia.
8 Después los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo, y demolieron los muros de Jerusalén.
9 Al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, además de los desertores que se habían pasado a él, Nabuzaradán, capitán de la guardia, los hizo llevar cautivos a Babilonia, junto con el resto del pueblo que había quedado.
10 Sin embargo, Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar en la tierra de Judá a la gente más pobre, que no tenía nada, y en ese día les dio viñas y campos.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo:
12 “Tómalo y cuida de él. No le hagas nada malo; más bien, harás con él como él te diga”.
13 Entonces dio órdenes Nabuzaradán capitán de la guardia, junto con Nabusazbán el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los altos oficiales del rey de Babilonia.
14 Y ordenaron traer a Jeremías del patio de la guardia. Luego lo entregaron a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que lo llevara a su casa. Y habitó en medio del pueblo.
15 La palabra del SEÑOR vino a Jeremías cuando estaba preso en el patio de la guardia. Y dijo:
16 “Ve y habla a Ebedmelec el etíope, y dile que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí, yo cumplo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y en aquel día sucederá en tu misma presencia.
17 Pero en aquel día yo te libraré, y no serás entregado en mano de aquellos de cuya presencia temes, dice el SEÑOR.
18 Ciertamente yo te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí’”, dice el SEÑOR.
El siguiente comentario cubre los Capítulos 39 al 44.
Después de esto, el capítulo 39 y los capítulos siguientes nos dan la historia de la confusión e iniquidad que reinó entre el remanente que no fue llevado cautivo a Babilonia, para que fueran esparcidos y todos llevaran cabalmente el juicio que Dios había pronunciado. Sin embargo, si en esta última hora este remanente se hubiera sometido al yugo de Nabucodonosor, la paz hubiera reinado en la tierra, y estos pocos que quedaron la hubieran poseído.
Pero algunos se rebelan, y los otros temen las consecuencias de su locura. No hay idea de confiar en Jehová. Consultan a Jeremías, pero se niegan a obedecer la palabra del Señor de su boca. Se refugian en Egipto para escapar de Nabucodonosor, pero solo para caer bajo la espada que los habría perdonado en Judea, si hubieran permanecido allí sujetos al rey. En Egipto se entregan a la idolatría, para que la ira de Dios caiga sobre ellos hasta el final. Sin embargo, Dios perdonaría incluso a un pequeño remanente de estos, pero Faraón-hofra, en quien confiaban, debería ser entregado en manos de Nabucodonosor, como lo había sido Sedequías.