Sinopsis de John Darby
Jonás 4:1-11
El Dios de gracia tiene compasión de las obras de sus manos, cuando se humillan ante él y tiemblan al oír sus justos juicios. Pero Jonás, en lugar de preocuparse por ellos, solo piensa en su propia reputación como profeta. ¡Miserable corazón de hombre, tan incapaz de elevarse a la bondad de Dios! Si Jonás hubiera estado más cerca de Dios, habría sabido que éste era verdaderamente el Dios que proclamaba, al que había aprendido a amar conociéndolo.
Habría podido decir: Ahora, en verdad, los ninivitas conocen al Dios cuyo testimonio me glorié en dar, y serán felices. Pero Jonás sólo pensaba en sí mismo; y el horrible egoísmo de su corazón le oculta al Dios de la gracia, fiel a su amor por sus desvalidas criaturas. Jonás 4:2 exhibe el espíritu de Jonás en toda su deformidad.
La gracia de Dios es insoportable para el orgullo del hombre. Su justicia está muy bien: el hombre puede investirse de ella para su propia gloria; porque el hombre ama la venganza que está aliada con el poder que la ejecuta. Dios debe proclamar su justicia. Él no salva en el pecado. Hace conocer al hombre su pecado, para reconciliarlo consigo mismo, para que su restauración sea real, sea la de su corazón y de su conciencia con Dios. Pero es para darse a conocer al perdonarlo.
Pero Dios está por encima de toda la maldad miserable del hombre, y trata incluso a Jonás con bondad, pero haciéndole sentir, al mismo tiempo, que no renunciará a su gracia, a su naturaleza, para satisfacer la perversidad del corazón del hombre. Alivia el sufrimiento de Jonás, desilusionado por el incumplimiento de sus palabras; y el egoísmo del corazón de Jonás se deleita en este alivio. Casi olvida la venganza que había deseado, en su satisfacción de estar protegido del calor abrasador del sol.
Habiendo salido de Nínive y sentado aparte para ver lo que sería de esta ciudad cuyo arrepentimiento afligía su malvado corazón, se regocijó, en medio de su ira, en la calabaza que Dios le había preparado. ¡Pero qué testimonio de la total iniquidad de la carne! El arrepentimiento del pecador, su regreso a Dios, irrita el corazón. Es realmente esto; porque la ciudad se salvó a causa de su arrepentimiento.
¿Hiere Dios a quien se vuelve a Él humillado por sus pecados? El que no conoce el corazón del hombre no podría entender la aplicación de una palabra como "La caridad no se regocija en la iniquidad". Lo vemos aquí en el caso de un profeta. Ocurre lo mismo, teniendo también la misma aplicación y la misma gracia paciente de parte de Dios, en el caso del hermano mayor en la parábola del hijo pródigo.
Pero si el hombre está contento con lo que alivia su propia aflicción, e incluso se enoja en su egoísmo cuando lo que lo alivia es destruido, ¿no perdonará Dios las obras de Su mano y se compadecerá de lo que, en Su bondad, Él ha hecho? ¿creado? Seguramente Él no escuchará al hombre que silenciaría Su bondad hacia aquellos que la necesitan. Muy conmovedor y hermoso es el último Verso de este libro ( Jonás 4:11), en el que Dios manifiesta esta fuerza, esta suprema necesidad de su amor; que (aunque las amenazas de su justicia son oídas, y deben ser oídas y aun ejecutadas si el hombre continúa en rebelión) permanece en el reposo de esa bondad perfecta que nada puede alterar, y que aprovecha la oportunidad de manifestarse, siempre que el hombre se lo permite. Él, por así decirlo, para bendecirlo, el reposo de una perfección a la que nada puede escapar, que todo lo observa, para actuar según su propia naturaleza imperturbable, el reposo de Dios mismo, esencial a su perfección, del que depende todo. nuestra bendición y toda nuestra paz.
Es bueno señalar aquí que el tema de este libro no es el juicio de los secretos de todos los corazones en el gran día, sino el gobierno de Dios con respecto a los hombres en la tierra. Este es el caso, además, con todos los profetas. Podemos observar, también, que Dios se revela a sí mismo en este libro como Dios el Creador-Elohim. Sabemos que aun las criaturas todavía gimen bajo los efectos de nuestro pecado; y comparten también la bondad y la compasión de Dios.
Sus tiernas misericordias están sobre ellos. Ni un gorrión cae a tierra sin Él. Llegará el día en que se quitará la maldición y disfrutarán de la libertad de la gloria de los hijos de Dios, liberados de la esclavitud y la corrupción. Si Dios se convierte en nuestro Padre, toma también el carácter de Jehová, quien juzgará a Israel, y cumplirá Sus promesas y Sus propósitos con respecto a ellos a pesar del mundo entero.
Él nunca deja de ser el Dios Creador. Él no deja de lado uno de Sus caracteres para asumir otro, como tampoco los confunde; porque revelan Su naturaleza, y lo que Él es.
Es dulce, después de todo, ver la docilidad de Jonás al final a la voz de Dios, manifestada por la existencia de este libro, en el que el Espíritu se sirve de él para exhibir lo que está en el corazón del hombre, como vaso del testimonio de Dios. , y (en contraste con el profeta, que confiesa honestamente todas sus faltas) la bondad de Dios, a la que Jonás no pudo elevarse, y a la que no pudo someterse.
Podemos señalar que el caso de Jonás se usa en el Nuevo Testamento de dos maneras, que no deben confundirse juntas: como un testimonio en el mundo, por la palabra de Dios, un servicio con el que el Señor compara el Suyo: y luego como en el vientre del pez, una circunstancia usada por el Señor como figura del tiempo durante el cual estuvo en la tumba. Jonás, por su predicación, fue una señal para los ninivitas, así como el Señor lo fue para los judíos, más duro de oído y de corazón que aquellos paganos que estaban lejos de Dios.
Jonás fue también (en lo que le sucedió como consecuencia de su negativa a dar testimonio) un tipo de lo que le sucedió a Jesús cuando cargó con la pena del pecado del pueblo, y cuando, resucitando de entre los muertos, se convirtió en el testimonio de gracia, y al mismo tiempo ocasión de juicio para los que le habían rechazado. Hemos visto en su historia que Jonás es una figura moral notable de Israel, al menos de la conducta de Israel.