Capítulo 25. La tierra misma se tiene para Jehová, como si fuera suya; debe gozar del descanso de Dios; y además, el que había perdido su herencia allí, la encontraría de nuevo, de acuerdo con los consejos de Dios, en el tiempo señalado. La trompeta del jubileo sonaría y Dios reestablecería a cada uno en su posesión, según sus derechos (de Dios), porque la tierra era suya. Sus personas también debían ser libres entonces, porque los hijos de Israel eran siervos de Dios.

No fue así con los que no pertenecían al pueblo de Dios. Y aunque Israel se haya vendido al extranjero, Aquel que se hizo pariente cercano los ha redimido de sus manos. El día del jubileo liberará al pueblo, cualquiera que sea el poder de los que los tienen cautivos.

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