Números 16:1-50
1 Coré hijo de Izjar, hijo de Cohat, hijo de Leví; Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, hijos de Rubén, tomaron gente
2 y se levantaron contra Moisés, junto con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel, dirigentes de la congregación, nombrados de la asamblea y hombres de renombre.
3 Ellos se juntaron contra Moisés y contra Aarón, y les dijeron: — ¡Basta ya de ustedes! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el SEÑOR está en medio de ellos. ¿Por qué, pues, se enaltecen ustedes sobre la asamblea del SEÑOR?
4 Cuando Moisés lo oyó, se postró sobre su rostro,
5 y habló a Coré y a todo su grupo, diciendo: — El SEÑOR dará a conocer mañana por la mañana a los que son suyos. A quien sea santo lo hará que se acerque a él, y a quien escoja lo hará que se acerque a él.
6 Hagan esto, Coré y todo tu grupo: Tomen incensarios.
7 Mañana pongan fuego en ellos, y pongan en ellos incienso delante del SEÑOR. El hombre a quien el SEÑOR escoja, aquel será santo. ¡Basta ya de ustedes, oh hijos de Leví!
8 Moisés también dijo a Coré: — Escuchen, por favor, hijos de Leví:
9 ¿Les parece poca cosa que el Dios de Israel los haya apartado de la congregación de Israel y los haya acercado a sí mismo para realizar el servicio del tabernáculo del SEÑOR y para estar delante de la congregación a fin de servirles?
10 Él te ha traído a su lado, y contigo a todos tus hermanos, los hijos de Leví. ¿Y procuran también el sacerdocio?
11 Por tanto, contra el SEÑOR se han juntado tú y todo tu grupo, pues ¿quién es Aarón, para que murmuren contra él?
12 Entonces Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, hijos de Eliab, pero ellos respondieron: — ¡No iremos!
13 ¿Te parece poca cosa que nos hayas hecho venir de una tierra que fluye leche y miel a fin de hacernos morir en el desierto, para que también insistas en enseñorearte sobre nosotros?
14 Tampoco nos has traído a una tierra que fluye leche y miel, ni nos has dado heredades de campos y viñas. ¿Vas a sacar los ojos a estos hombres? ¡No iremos!
15 Entonces Moisés se enojó muchísimo y dijo al SEÑOR: — ¡No aceptes su ofrenda! Ni siquiera un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho daño.
16 Después Moisés dijo a Coré: — Preséntense mañana tú y todo tu grupo delante del SEÑOR; tú, ellos y Aarón.
17 Tomen cada uno su incensario y pongan en ellos incienso. Y acérquense delante del SEÑOR, cada uno con su incensario, doscientos cincuenta incensarios; también tú y Aarón, cada uno con su incensario.
18 Tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, echaron en ellos incienso, y se pusieron de pie con Moisés y Aarón a la entrada del tabernáculo de reunión.
19 Coré ya había reunido contra ellos a toda la congregación a la entrada del tabernáculo de reunión. Entonces la gloria del SEÑOR se apareció a toda la congregación.
20 Y el SEÑOR habló a Moisés y a Aarón diciendo:
21 — Apártense de en medio de esta congregación, pues voy a consumirlos en un instante.
22 Ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron: — Oh Dios, Dios de los espíritus de todo ser humano: Cuando un solo hombre peca, ¿te has de enfurecer contra toda la congregación?
23 Entonces el SEÑOR habló a Moisés y le dijo:
24 — Habla a la congregación diciendo: “Apártense de los alrededores de las moradas de Coré, Datán y Abiram”.
25 Moisés se levantó y fue a donde estaban Datán y Abiram. Y los ancianos de Israel fueron tras él.
26 Luego habló a la congregación diciendo: — ¡Apártense de las tiendas de estos hombres impíos! No toquen ninguna cosa suya, no sea que perezcan con todos sus pecados.
27 Se apartaron, pues, de alrededor de las moradas de Coré, Datán y Abiram. Entonces Datán y Abiram salieron y se pusieron de pie a la entrada de sus tiendas, junto con sus mujeres, sus hijos y sus niños pequeños.
28 Y Moisés dijo: — En esto conocerán que el SEÑOR me ha enviado para que haga todas estas cosas, y que no las hice por mi propia voluntad:
29 Si estos mueren como mueren todos los hombres, o si les acontece solo la misma suerte de todos los hombres, entonces el SEÑOR no me ha enviado.
30 Pero si el SEÑOR hace algo nuevo y la tierra abre su boca y se los traga, junto con todo lo que les pertenece, y descienden vivos al Seol, entonces conocerán que estos hombres han menospreciado al SEÑOR.
31 Aconteció que al acabar él de hablar todas estas palabras, se rompió la tierra que estaba debajo de ellos.
32 La tierra abrió su boca y se los tragó a ellos, a sus familias y a todos los hombres que eran de Coré, junto con todos sus bienes.
33 Ellos con todo lo que tenían descendieron vivos al Seol. La tierra los cubrió, y perecieron en medio de la asamblea.
34 Y todo Israel, los que estaban a su alrededor, huyeron al grito de ellos, porque decían: “¡No sea que la tierra nos trague a nosotros también!”.
35 Después salió fuego de parte del SEÑOR y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.
36 Entonces el SEÑOR habló a Moisés diciendo:
37 “Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incendio y que esparza las brasas a distancia; porque están santificados.
38 En lo que respecta a los incensarios de estos que pecaron a costa de sus vidas, de ellos se harán láminas para revestir el altar. Por cuanto han sido presentados delante del SEÑOR, están santificados; y servirán de advertencia a los hijos de Israel”.
39 Entonces el sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían presentado los que fueron quemados. Y los hicieron láminas para cubrir el altar,
40 como recordatorio para los hijos de Israel, de que ningún extraño, que no sea de la descendencia de Aarón, ha de acercarse para ofrecer incienso delante del SEÑOR. No les suceda como a Coré y a su grupo, conforme a lo que había dicho el SEÑOR por medio de Moisés.
41 Al día siguiente toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: — ¡Ustedes han matado al pueblo del SEÑOR!
42 Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y contra Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí que la nube lo había cubierto, y se manifestó la gloria del SEÑOR.
43 Entonces Moisés y Aarón fueron al frente del tabernáculo de reunión,
44 y el SEÑOR habló a Moisés diciendo:
45 — ¡Apártense de en medio de esta congregación, porque voy a consumirlos en un momento! Ellos se postraron sobre sus rostros,
46 y Moisés dijo a Aarón: — Toma el incensario, pon fuego del altar en él y pon incienso en él; ve rápidamente hacia la congregación y haz expiación por ellos. Porque se ha encendido la ira del SEÑOR, y la mortandad ha comenzado.
47 Entonces Aarón tomó el incensario, como le había dicho Moisés, y corrió al medio de la asamblea. Y he aquí que la mortandad ya había comenzado entre el pueblo. Él puso incienso e hizo expiación por el pueblo,
48 y se puso de pie entre los muertos y los vivos. Así cesó la mortandad.
49 Los que murieron a causa de la mortandad fueron catorce mil setecientos, además de los que murieron por causa de Coré.
50 Después, cuando la mortandad había sido detenida, Aarón volvió a donde estaba Moisés, a la entrada del tabernáculo de reunión.
El capítulo 16 contiene la rebelión abierta contra Moisés de Datán y Abiram, pero sobre todo la pretensión del ministerio en Israel de arrogarse el sacerdocio. Algunos de los jefes del pueblo eran ciertamente partícipes en esta rebelión, y por un momento todo el pueblo, aunque demasiado bien preparado, se dejó llevar por la ambición de un hombre que cumplía las funciones del ministerio. El Nuevo Testamento lo llama "la contradicción de Core"; él es el primero al que se dirige Moisés; y el punto principal del pecado, como Moisés insiste en ello, fue que los hijos de Leví tomaron demasiado sobre ellos.
Atrajo a otros halagándolos, pero asumiendo el sacerdocio oficial. Datán y Abiram era una cuestión secundaria de la autoridad de Moisés, de la palabra de Dios por él, y el juicio era una cosa aparte. Pero esta pretensión de sacerdocio por parte del ministerio se identifica con una rebelión abierta contra Dios en la autoridad de su palabra tal como la transmitió Moisés. No es, sin embargo, la corrupción del ministerio al enseñar el error mismo, como nos muestra la distinción hecha por Judas.
En Caín vemos la maldad natural; en Balaam, que enseñaba error por premio, corrupción religiosa en la enseñanza; en Core, la contradicción que trae destrucción. Recordemos que Judas trata de los resultados, y el fin reservado a la corrupción y los corruptores del cristianismo. La contradicción de Core es una rebelión contra la autoridad de Cristo y el carácter distintivo [1] de su sacerdocio: una rebelión provocada por un hombre que, ocupando la posición de ministro, finge ser sacerdote y aparta al hacerlo, el único sacerdocio celestial verdadero de Cristo.
Rubén era el hijo mayor de Israel, y Core era de la familia más favorecida entre los levitas. La tribu de Rubén y la familia de Core estaban juntas en el campamento; pero nada de esto se manifiesta en los motivos que los llevaron a actuar.
En una palabra, fue rebelión abierta y audacia presentándose ante Dios mismo. Dios pronto puso fin a sus pretensiones, porque "¿Quién se endureció contra él y prosperó?" Moisés le apela. Datán y Abiram aprovechan el efecto de la incredulidad de la asamblea, que podría haber estado ya en Canaán, para echarle la culpa a Moisés. En cuanto a Core, Moisés anuncia que Dios mostrará quién es santo y quién ha elegido.
Core y los doscientos cincuenta príncipes de la asamblea son consumidos; Datán, Abiram y los suyos fueron tragados. Pero el espíritu de rebelión se había apoderado de toda la asamblea. Al día siguiente murmuran contra Moisés y Aarón, diciendo: "Habéis matado al pueblo de Jehová", nombre conveniente para engrandecerse. Ahora, el sacerdocio y la intercesión de Aarón se hacen evidentes. Aarón, con un incensario, se para entre los muertos y los vivos, y la plaga se detiene.
Veremos la importancia de esta última observación en lo que sigue, y cuál es el principio por el cual solo, considerando los pecados y la carne, Dios puede llevar a Su pueblo a través del desierto. Allí se necesita ese sacerdocio que Core había despreciado; pero es sólo por el sacerdocio que el hombre puede atravesar el desierto con Dios. [2] Moisés, respondiendo a Core, declara que Dios mostrará a quién había elegido para este fin; y esto pronto lo hace de hecho.
Moisés, enfadado por el desprecio y la injusticia de Datán y Abiram, apela a la justicia y al juicio de Dios. Dios interviene mediante un juicio de pura destrucción. Pero la gloria y la casa de Dios están en juego, cuando la pregunta es: ¿Quién se acercará a Él? Ahora bien, la autoridad es insuficiente para conducirnos como somos a través del desierto. La carne es rebelde, y el último recurso de la autoridad es la destrucción.
Pero esto no lleva a un pueblo a un buen fin para la gloria de Dios, aunque Él es glorificado en justicia. Moisés, entonces, en ese carácter de autoridad que hiere en justicia, es impotente en cuanto a traer al pueblo a Canaán. Es el sacerdocio, que tanto había despreciado la rebelión, el que está investido de autoridad sobre Su pueblo rebelde. Es Cristo el sacerdote, en Su gracia y bondad, quien nos conduce a través del desierto. Esta es la conclusión a la que llegamos al final de la narración que tenemos del camino del pueblo de Dios.
Nota 1
Es el mal eclesiástico; pero en cuanto a la rebelión, el mal fue más allá. Era la pretensión del ministerio ser sacerdocio. Ese es el mal señalado por Moisés, aunque Core también acercó a otros ( Números 16:8-10 ).
Nota 2
No se trata aquí de la unión con Cristo (todavía era el misterio oculto), ni siquiera de ser hijos; es el paso de los peregrinos por el desierto. En este carácter somos vistos como separados de Cristo, como en Hebreos. Agrego aquí que obtenemos una diferencia entre el sacerdocio y la abogacía (Hebreos y Juan). En Hebreos es sacerdocio para la misericordia, y gracia para el auxilio en tiempo de necesidad; abogacía es restaurar la comunión cuando hemos pecado.