2Alabaré al SEÑOR en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva.
3No confíen en príncipes ni en hijo de hombre porque no hay en él liberación.
4Su espíritu ha de salir y él volverá al polvo. En aquel día perecerán sus pensamientos.
5Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está puesta en el SEÑOR su Dios;
6quien hizo los cielos, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; quien guarda la verdad para siempre;
7quien hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El SEÑOR suelta a los prisioneros;
8el SEÑOR abre los ojos a los ciegos; el SEÑOR levanta a los que han sido doblegados; el SEÑOR ama a los justos.
9El SEÑOR guarda a los forasteros; sostiene al huérfano y a la viuda pero trastorna el camino de los impíos.
10El SEÑOR reinará para siempre; tu Dios, oh Sion, de generación en generación. ¡Aleluya!
Salmo 146 introduce las alabanzas finales completas: la primera, la efusión del corazón en alabanza a Él como el Dios de Jacob, celebrando lo que Él es, y el consuelo de confiar en Él, el Creador, el Auxiliador de los oprimidos, el Consolador de el humilde, el Amante de los justos, que trastorna el camino de los impíos. El reinará para siempre, el Dios de Sion por todas las generaciones. El carácter de esta alabanza, después de lo que hemos pasado, es de lo más sencillo.