El capítulo 5 nos muestra el otro lado del cuadro, es decir, el juicio de los impíos en Israel en los últimos días. El profeta ve un rollo inmenso lleno de una maldición para los impíos, para los que pecan contra su prójimo y contra el nombre de Jehová, para talarlos a ellos y a sus casas. El pueblo, como un todo también, es puesto entonces en su verdadera posición. Lo que se llamaba a sí mismo Jerusalén e Israel y el pueblo de Dios, pertenecía de hecho a Babilonia. Dios, por su poderosa providencia, los levanta y los coloca sobre su verdadera base; y su casa está edificada en la tierra de Sinar. Su carácter babilónico se evidencia plenamente por su posición.

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