Cuando oyeron este discurso, muchos de sus discípulos dijeron: "¡Esta palabra es dura! ¿Quién podrá escucharla?" Jesús bien sabía dentro de sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto; Entonces él les dijo: "¿Esto os hace tropezar? ¿Qué, pues, si viereis al Hijo del hombre ascender a donde estaba antes? El poder que da vida es el Espíritu; la carne no ayuda. Las palabras que os he hablado son espíritu y vida.

Pero hay algunos que no creen". Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que lo iba a entregar. Por eso decía muchas veces: "Nadie puede venir a mí. , a menos que le haya sido dado por el Padre para hacerlo".

No es de extrañar que los discípulos encontraran duro el discurso de Jesús. La palabra griega es skleros ( G4642 ), que significa no difícil de entender; pero difícil de aceptar. Los discípulos sabían muy bien que Jesús había estado afirmando ser la vida misma de Dios descendido del cielo, y que nadie podía vivir esta vida o enfrentarse a la eternidad sin someterse a él.

Aquí nos encontramos con una verdad que resurge en cada época. Una y otra vez no es la dificultad intelectual lo que impide que los hombres se hagan cristianos; es el colmo de la exigencia moral de Cristo. En el corazón de una religión debe haber misterio, por la sencilla razón de que en ese corazón está Dios. En la naturaleza de las cosas, el hombre nunca puede comprender plenamente a Dios. Cualquier pensador honesto aceptará que debe haber misterio.

La verdadera dificultad del cristianismo es doble. Exige un acto de entrega a Cristo, una aceptación de él como autoridad final; y exige una norma moral del más alto nivel. Los discípulos sabían muy bien que Jesús había afirmado ser la misma vida y mente de Dios descendido a la tierra; su dificultad era aceptar eso como cierto, con todas sus implicaciones. Hasta el día de hoy, muchos hombres rechazan a Cristo, no porque desconcierte el intelecto, sino porque desafía su vida.

Jesús continúa, no para tratar de probar su afirmación, sino para afirmar que algún día los acontecimientos lo probarán. Lo que está diciendo es esto: "Os cuesta creer que Yo soy el pan, lo esencial de la vida, bajado del cielo. Pues bien, no tendréis dificultad en aceptar esa pretensión cuando algún día me veáis ascendiendo". de vuelta al cielo". Es un pronóstico de la Ascensión. Significa que la Resurrección es la garantía de las pretensiones de Jesús. No fue alguien que vivió noblemente y murió gallardamente por una causa perdida; él fue aquel cuyas afirmaciones fueron vindicadas por el hecho de que resucitó.

Jesús continúa diciendo que lo más importante es el poder vivificante del Espíritu; la carne no es de ayuda. Podemos expresarlo de manera muy simple de una manera que nos dará al menos algo de su significado: lo más importante es el espíritu con el que se realiza cualquier acción. Alguien lo ha dicho así: "Todas las cosas humanas son triviales si no existen para nada más allá de ellas mismas". El valor real de cualquier cosa depende de su objetivo.

Si comemos simplemente por comer, nos volvemos glotones, y es probable que nos haga más mal que bien; si comemos para mantener la vida, para hacer mejor nuestro trabajo, para mantener el estado físico de nuestro cuerpo en su punto más alto, la comida tiene un significado real. Si un hombre dedica mucho tiempo al deporte simplemente por el deporte, al menos hasta cierto punto está perdiendo el tiempo. Pero si dedica ese tiempo a mantener su cuerpo en forma y así hacer mejor su trabajo para Dios y los hombres, el deporte deja de ser trivial y se vuelve importante. Todas las cosas de la carne obtienen su valor del espíritu en el que se hacen.

Jesús continúa: "Mis palabras son espíritu y vida". Sólo Él puede decirnos qué es la vida, infundirnos el espíritu con que debe ser vivida, darnos la fuerza para vivirla. La vida toma su valor de su propósito y su meta. Solo Cristo puede darnos un verdadero propósito en la vida y el poder para llevar a cabo ese propósito en contra de la constante oposición que viene de afuera y de adentro.

Jesús sabía muy bien que algunos no sólo rechazarían su oferta sino que la rechazarían con hostilidad. Ningún hombre puede aceptarlo a menos que sea movido por el Espíritu de Dios para hacerlo, pero hasta el final del día un hombre puede resistir ese Espíritu. Tal hombre no está excluido por Dios, sino por sí mismo.

ACTITUDES HACIA CRISTO ( Juan 6:66-71 )

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