Cuando cruzaron y llegaron a tierra, llegaron a Genesareth y amarraron allí la barca. Cuando desembarcaron de la barca, la gente lo reconoció de inmediato; y corrieron por toda aquella campiña, y dondequiera que supieron que estaba, comenzaron a llevarle en camillas a los que estaban enfermos. Y cada vez que entraba en aldeas o pueblos o lugares del campo, ponían a los enfermos en los espacios abiertos, y seguían rogándole que se le permitiera tocar incluso la borla de su túnica; y todos los que lo tocaban recobraban la salud.

Tan pronto como Jesús desembarcó al otro lado del lago, una vez más se vio rodeado de multitudes. Sólo que a veces debía de mirar a las multitudes con cierta melancolía, porque apenas había en ellas una persona que no hubiera venido a sacarle algo. Vinieron a buscar. Vinieron con sus insistentes demandas. Vinieron, para decirlo sin rodeos, a usarlo. Qué diferencia habría hecho si, entre estas multitudes, hubiera habido unos pocos que vinieron a dar y no a recibir.

En cierto modo es natural que acudamos a Jesús para obtener cosas de él, porque hay tantas cosas que solo él puede dar: pero siempre es vergonzoso tomar todo y no dar nada, y sin embargo es muy característico de la naturaleza humana.

(i) Hay quienes simplemente hacen uso de sus casas. Es especialmente así con los jóvenes. Consideran que sus hogares están allí para satisfacer su comodidad y conveniencia. Es allí donde comen y duermen y hacen las cosas por ellos; pero seguramente el hogar es un lugar al que debemos contribuir, del cual no solo debemos tomar todo el tiempo.

(ii) Hay quienes simplemente hacen uso de sus amigos. Hay algunas personas de las que nunca recibimos una carta a menos que quieran algo de nosotros. Hay quienes consideran que otras personas existen para ayudarlos cuando necesitan su ayuda, y para ser olvidados cuando no pueden ser útiles.

(iii) Hay quienes simplemente hacen uso de la iglesia. Desean que la iglesia bautice a sus hijos, case a sus jóvenes y entierre a sus muertos. Rara vez se les ve allí a menos que deseen algún servicio. Es su actitud inconsciente que la iglesia existe para servirles, pero que no tienen ningún deber hacia ella.

(iv) Hay quienes buscan simplemente hacer uso de Dios. Nunca lo recuerdan a menos que lo necesiten. Sus únicas oraciones son peticiones, o incluso demandas, hechas a Dios. Alguien lo ha dicho así. En los hoteles americanos hay un chico llamado "botones". El huésped del hotel toca el timbre y aparece el botones; él traerá cualquier cosa que el huésped desee a pedido. Algunas personas consideran a Dios como una especie de botones universales, solo para ser convocados cuando se necesita algo.

Si nos examinamos a nosotros mismos, todos somos, hasta cierto punto, culpables de estas cosas. Se alegraría el corazón de Jesús si acudiésemos más a él para ofrecerle nuestro amor, nuestro servicio, nuestra devoción, y menos para exigirle la ayuda que necesitamos.

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