Cuando Jesús terminó todos estos dichos, dijo a sus discípulos. "Sabéis que dentro de dos días es la fiesta de la Pascua, y el Hijo del Hombre va a ser entregado para ser crucificado". En aquel tiempo los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del Sumo Sacerdote, que se llamaba Caifás, y consultaron juntos para prender a Jesús con engaño y matarlo. Dijeron: "No en el tiempo de la fiesta, para que no se levante un tumulto entre el pueblo".

He aquí, pues, el comienzo definitivo del último acto de la tragedia divina. Una vez más Jesús advirtió a sus discípulos de lo que estaba por venir. Durante los últimos días había estado actuando con un desafío tan magnífico que podrían haber pensado que se proponía desafiar a las autoridades judías; pero aquí una vez más deja claro que su objetivo es la Cruz.

Al mismo tiempo, las autoridades judías preparaban sus tramas y estratagemas. José Caifás, para darle su nombre completo, era Sumo Sacerdote. Sabemos muy poco sobre él, pero sabemos un hecho muy sugerente. En los viejos tiempos, el oficio de Sumo Sacerdote había sido hereditario y vitalicio; pero cuando los romanos se apoderaron de Palestina, los Sumos Sacerdotes iban y venían en series rápidas, porque los romanos erigían y destituían Sumos Sacerdotes para satisfacer sus propios propósitos.

Entre el 37 a. C. y el 67 d. C., cuando se nombró al último antes de la destrucción del Templo, hubo no menos de veintiocho Sumos Sacerdotes. Lo sugerente es que Caifás fue Sumo Sacerdote desde el año 18 hasta el 36 d.C. Este fue un tiempo extraordinariamente largo para que un Sumo Sacerdote durara, y Caifás debe haber llevado la técnica de cooperar con los romanos a un arte fino. Y ahí precisamente radicaba su problema.

Lo único que los romanos no soportarían era el desorden civil. Deje que haya cualquier motín y ciertamente Caifás perdería su posición. En el tiempo de la Pascua, la atmósfera en Jerusalén siempre era explosiva. La ciudad estaba repleta de gente. Josefo nos habla de una ocasión en que se hizo un censo real del pueblo (Josefo, Guerras de los judíos, 6: 9: 3). Sucedió de esta manera.

El gobernador en ese momento era Cestio; Cestio sintió que Nerón no entendía el número de judíos y los problemas que planteaban a cualquier gobernador. Así que pidió a los Sumos Sacerdotes que hicieran un censo de los corderos sacrificados para el sacrificio en un determinado tiempo de Pascua. Josefo continúa diciendo: "Una compañía de no menos de diez debe pertenecer a cada sacrificio (porque no les es lícito festejar solos), y muchos de nosotros somos veinte en una compañía". Se halló que en esta ocasión el número de corderos inmolados fue de 256.500: Es la estimación de Josefo que había en la ciudad para esa Pascua unos dos millones y tres cuartos de personas.

No es de extrañar que Caifás buscara alguna estratagema para llevarse a Jesús en secreto y en silencio, porque muchos de los peregrinos eran galileos y para ellos Jesús era un profeta. De hecho, su plan era dejar todo hasta que terminara la fiesta de la Pascua y la ciudad estuviera más tranquila; pero Judas le daría una solución a su problema.

LA EXTRAVAGANCIA DEL AMOR ( Mateo 26:6-13 )

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