El profeta Amós primero se defiende a sí mismo, que no estaba en libertad de obedecer el consejo de Amasías, porque no podía renunciar a un llamado para el que fue designado. Como entonces había sido enviado por Dios, demuestra que estaba obligado a profetizar en la tierra de Israel. En primer lugar, él dice modestamente, que él no era un profeta, ni el hijo de un profeta: ¿por qué dijo esto? Para hacerse despreciable? De ninguna manera, aunque las palabras aparentemente tienen esta tendencia; pero era ganar para sí mismo más autoridad; porque su llamamiento extraordinario le dio más peso que si hubiera sido educado desde su infancia en las escuelas de los profetas. Luego muestra que se convirtió en profeta por una interposición milagrosa, y que el cargo no le fue encomendado por la autoridad humana, y de la manera habitual; pero que lo habían llevado a él por la fuerza, de modo que no podía dejar de lado el oficio de enseñar, sin sacudirse abiertamente el yugo que Dios le había puesto.

Este relato que Amos da de sí mismo debe ser notado, yo no era un Profeta, ni el hijo de un Profeta. Si hubiera dicho simplemente que no era un Profeta, podría haber sido acusado de presunción: ¿cómo es eso? Nadie se toma este honor en la Iglesia de Dios; una llamada es necesaria; Si un ángel descendiera del cielo, no debería subvertir el orden público; (Gálatas 1:8) para todas las cosas, como nos recuerda Pablo, deben hacerse decentemente y en orden legal en la Iglesia; porque el Dios de la paz nos preside. Si Amos hubiera negado positivamente que era un Profeta, podría, por este motivo, haber sido expulsado de su oficina de enseñanza, porque quería una llamada. Pero quiere decir que no era un Profeta que había sido instruido en la ley de Dios desde su infancia para ser un intérprete de las Escrituras: y por la misma razón dice que no era el hijo de un Profeta; porque había, entonces, sabemos, colegios para profetas; y esto es suficientemente evidente de la historia sagrada. Como entonces se instituyeron estas universidades para este fin: para que siempre haya seminarios para la Iglesia de Dios, de modo que no sea desprovisto de buenos y fieles maestros, Amos dice que no era de esa clase. De hecho, honestamente confiesa que era un hombre analfabeto: pero con esto, como ya he dicho, ganó más autoridad en la medida en que el Señor se había apoderado de él por la fuerza, y lo puso sobre la gente para enseñarles: "Mira, serás mi Profeta, y aunque no te hayan enseñado desde tu juventud para este cargo, en un instante te convertiré en Profeta". Fue un milagro mayor, que Cristo eligió a los hombres groseros e ignorantes como sus apóstoles, que si al principio hubiera elegido a Pablo u hombres como él que eran hábiles en la ley. Si entonces, al principio, Cristo hubiera seleccionado a tales discípulos, su autoridad habría aparecido menos: pero como él había preparado por su Espíritu a los que antes eran ignorantes, parecía más evidente que fueron enviados desde arriba. Y a esto se refiere la expresión que usa el Profeta, cuando dice: Jehová me llevó: porque insinúa que sus llamadas, como hemos dicho, fueron extraordinarias. El resto lo aplazaremos hasta mañana.

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